miércoles, 29 de julio de 2015

- El reportaje




Se pueden distinguir dos tipos de reportajes: el reportaje objetivo y el reportaje interpretativo. Cada uno de ellos pertenece a un género periodístico.
- El reportaje objetivo es considerado un género informativo, mientras que el reportaje interpretativo se clasifica como género interpretativo.
- El reportaje objetivo cumple en gran parte las mismas funciones que la noticia. Presenta bastantes elementos comunes, sobre todo que el periodista mantiene la objetividad en la presentación de los hechos. Es un relato descriptivo que no debe incluir opiniones personales o valoraciones del periodista, si bien este tipo de reportaje tiene sus propios rasgos característicos que le diferencian de la noticia.

- Quizá el más evidente es que su extensión generalmente es mayor. El reportaje, por tanto, permite al periodista ofrecer un mayor número de datos complementarios que cuando redacta una noticia en la que debe ceñirse a los elementos esenciales, dada la limitación de espacio con la que trabaja.


También encontramos diferencias en lo que se refiere al lenguaje.
- En el caso de la noticia, se aplican unas normas estrictas y un lenguaje bastante definido. En el reportaje el periodista disfruta de una mayor libertad expresiva siempre limitada por la función de informar. Si se escribe un reportaje, se podrán utilizar algunas estructuras sintácticas poco frecuentes en las noticias, o elaborar descripciones más creativas, pero no se puede olvidar que lo que se pretende ante todo es informar con profundidad al lector de unos hechos determinados. Si nuestra creatividad supone una dificultad añadida para que el lector pueda recibir esos datos informativos de un modo claro y directo, nos habremos equivocado en el planteamiento. Siguen siendo válidas para el reportaje las siguientes normas que rigen la noticia: objetividad, claridad y precisión.


 Partes del reportaje objetivo




El reportaje objetivo consta de dos partes: el lead y el cuerpo del mismo.
- El lead del reportaje pretende ganar la atención del lector desde la primera frase, a diferencia del lead de la noticia que tiene como función prioritaria condensar la esencia de la noticia. No es necesario que el lead del reportaje reúna los datos esenciales de los acontecimientos o hechos que se describen. Pretende atrapar el interés del lector para que continúe la lectura del reportaje. Para ello puede aplicar distintas fórmulas de lead utilizando: la ironía, el contraste o la sorpresa. Cuando el periodista lo considere oportuno podrá utilizar también el lead informativo característico de la noticia.



- En el cuerpo del reportaje el periodista tampoco tiene que ceñirse a la estructura de la pirámide invertida casi obligatoria en las noticias. Además de aplicar esta estructura cuando la estime conveniente, el periodista puede combinar datos esenciales con datos complementarios para mantener el interés del lector y la intensidad del relato. En el reportaje no es obligatoria la exposición de los datos en estricto orden decreciente de importancia.
  




¿Qué son los géneros periodísticos?
Los géneros periodísticos son formas de expresión escrita que difieren según las necesidades u objetivos de quien lo hace.
  En la prensa se diferencian  tres tipos de géneros periodísticos:
- Informativo
- Interpretativo


 - El género informativo
Tienen como objetivo dar cuenta de la actualidad con un lenguaje objetivo y directo. La persona que redacta el texto queda fuera de él o no aparece de forma explícita. Para el autor español Álex Grijelmo, " Son informativos los textos que transmiten datos y hechos concretos de interés para el público, ya sean nuevos o conocidos de antemano. La información no permite opiniones personales, ni mucho menos juicios de valor".
- Géneros informativos
Las noticias o informaciones constituyen, junto a los reportajes objetivos, los géneros informativos.

- La Noticia
La noticia es el relato de un acontecimiento de actualidad que suscita el interés del público. El periodista tiene la responsabilidad de relatar con la mayor objetividad y veracidad posible cómo se han producido esos acontecimientos o hechos.
La noticia tiene unas funciones claramente delimitadas y el periodista trata de cumplirlas con el mayor rigor profesional. El lector recibe la información sin ningún tipo de valoración personal u opinión del periodista que ha redactado la noticia.

Cuando se dispongan a redactar una noticia no deben pretender ser el más original o el más creativo sino el más preciso, veraz y objetivo. El estilo lingüístico utilizado está claramente definido por las siguientes normas: claro, concreto y conciso (las tres c).

El periodista ordena los datos en la narración de la noticia en orden decreciente a su importancia: parte de los datos más importantes para llegar hasta aquellos menos significativos que cerrarán el cuerpo de su noticia. Las noticias siguen una estructura de pirámide invertida.
 
Para que un hecho sea noticia debe cumplir con cuatro condiciones:
- Ser verdadero
- Ser actual
- Ser novedoso
- Ser interesante

 Y tiene que responder a las seis cuestiones básicas:
1. ¿Qué? Qué sucedió (el hecho)
2. ¿Quién? A quién le sucedió (el sujeto)
3. ¿Cómo? Cómo le sucedió (la manera)
4. ¿Dónde? Dónde le sucedió (el sitio)
5. ¿Cuándo? Cuándo le sucedió (el tiempo)
6. ¿Por qué? Por qué le sucedió (la causa)

 Cuando la noticia se refiere a un delito, es posible añadir estas dos preguntas:
¿Con qué? Con qué se cometió el crimen (el objeto)
¿Para qué? Para qué se cometió (la finalidad)
 a)- Cuál es la estructura de la noticia

La redacción de la noticia presenta unas pautas rígidas con escaso margen para la creatividad u originalidad por parte del profesional de la información. Sin embargo, es el género que con mayor eficacia cumple la función que podemos considerar prioritaria para el periodista: la de informar.
La noticia se compone de tres partes: titular, lead o entradilla y cuerpo de la noticia.

- La actividad noticiosa
En la actividad noticiosa intervienen varios elementos. Nos referimos a los siguientes: El reportero, las agencias de Prensa, las oficinas de prensa y las conferencias de prensa.






domingo, 12 de julio de 2015

La opinión pública en Habermas



Margarita Boladeras Cucurella
Universitat de Barcelona. Facultat de Filosofia
Baldiri Reixac, s/n. 08028 Barcelona
boladera@trivium.gh.ub.es


Sumario

1. ¿Qué significa «opinión pública»?
2. La posición de Hannah Arendt
3. La concepción de Habermas
4. La crítica de Habermas a Arendt
5. «Opinión pública» en Facticidad
y validez

1. ¿Qué significa «opinión pública»?
El término «opinión pública» tiene sentidos e implicaciones que suelen escapar
a las consideraciones poco reflexivas; los análisis llevados a cabo por autores
como Habermas muestran la diversidad de fenómenos aludidos por dicha
expresión, así como su estrecha relación con la dinámica del poder y de los
procesos políticos, de una manera mucho menos obvia y más compleja de lo
que suele pensarse.
La sociología empírica que se ocupa de estos temas emplea métodos cuantitativos
y estadísticos con los que se delimita la realidad en función de los parámetros
de medida accesibles desde este tipo de metodología. Sin embargo, es
obvio que no se pueden confundir estos límites con la amplia y densa trama del
espacio público y de la multiplicidad de intercambios que se producen en él. La
vida humana siempre ha dependido en gran medida de las características de este
ámbito, y en la actualidad su papel dominante se ha incrementado hasta límites
insospechados; es un grave error conformarse con una interpretación reduccionista
de los elementos que lo componen y de su proyección de futuro.
Desde los inicios de su obra Habermas se interesó por la investigación sobre
el espacio público (Öffentlichkeit) y la opinión pública (öffentliche Meinung). Su
obra Historia y crítica de la opinión pública1 apareció en 1962 y en ella resuenan
las voces de otros autores que pocos años antes hicieron aportaciones relevantes:
Hannah Arendt2, Lazarsfeld/Katz3, Berelson/Janowitz4, Steinberg5
Kirschner6, Plessner7, Hofstätter8, Mills9, etcétera., así como de predecesores
más lejanos como Tönnies10 y E. Manheim11.



52 Anàlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella
1. J. HABERMAS, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida
pública. Barcelona: G. Gili, 1981 (edición original: Strukturwandel der Öffentlichkeit.
Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichen Gesellschaft. Neuwied: Luchterhand V.,
1962; nueva edición con un largo prólogo en Frankfurt a.M.: Suhrkamp, 1990).
2. H. ARENDT, The Human Condition. Chicago: The University of Chicago Press, 1958; versión
castellana: La condición humana. Barcelona: Paidós, 1993.
3. LAZARSFELD; KATZ, Personal Influence. Glencoe, 1955. Versión castellana: La influencia personal.
Barcelona: Ed. Hispano Europea, 1979.
4. BERELSON; JANOWITZ, Public Opinion and Communication. Glencoe, Ill., 1950; 2ª ed.,
Nueva York: The Free Press, 1966.
5. Ch. S. STEINBERG, The Mass Communicators. Nueva York, 1958. Versión castellana: Los
medios de comunicación social. México: Ed. Roble, 1969.
6. KIRSCHNER, Beiträge zur Geschichte des Begriffs «öffentlich» und «öffentliches Recht». Gotinga, 1949.
7. H. PLESSNER, Das Problem der Öffentlichkeit un die Idee der Entfremdung. Gotinga:
Vandenhoeck und Ruprecht, 1960.
8. P. R. HOFSTÄTTER, Psychologie der öffentlichen Meinung. Viena, 1949. Versión castellana:
Psicología social. México: UTEHA, 1953.
9. C. W. MILLS, Power Elite. Nueva York: Oxford Un. Press, 1956. Versión castellana: La élite
del poder. México: Fondo de Cultura Económica, 1975.
10. F. TÖNNIES, Kritik der öffentlichen Meinung. Berlín: J. Springer, 1922.
11. E. MANHEIM, Die Träger der öffentlichen Meinung. Munich, 1923; Brunn: Rohrer, 1933.
Versión castellana: La opinión pública. Madrid: Ed. Rev. Derecho Privado, 1936. El autor
más famoso, K. MANNHEIM, publicó en 1950 Freedom, Power and Democratic Planning. Nueva
York. Versión castellana: Libertad, poder y planificación democrática. México: FCE, 1953.

En los años setenta y ochenta articuló su teoría de la acción comunicativa,
en la que presenta la discusión pública como la única posibilidad de superar
los conflictos sociales, gracias a la búsqueda de consensos que permitan el
acuerdo y la cooperación a pesar de los disensos. Luego, ha vuelto a tratar
ampliamente la cuestión de la opinión pública, porque la considera una pieza
clave de su propuesta de política deliberativa, una alternativa para superar los
déficits democráticos de las políticas contemporáneas. En Facticidad y validez
(publicada en alemán en 1992) lleva a cabo una investigación sobre la relación
entre hechos sociales, normatividad y política democrática; el espacio público
se presenta como el lugar de surgimiento de la opinión pública, que puede ser
manipulada y deformada, pero que constituye el eje de la cohesión social, de
la construcción y legitimación (o deslegitimación) política. Las libertades individuales
y políticas dependen de la dinámica que se suscite en dicho espacio
público.
En uno de sus primeros escritos, Habermas delimita el concepto de «opinión
pública» con relación al «espacio público»:
Por espacio público entendemos un ámbito de nuestra vida social, en el que
se puede construir algo así como opinión pública. La entrada está fundamentalmente

abierta a todos los ciudadanos. En cada conversación en la que los
individuos privados se reúnen como público se constituye una porción de espacio
público. [...] Los ciudadanos se comportan como público, cuando se reúnen
y conciertan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar
y publicar libremente su opinión, sobre las oportunidades de actuar según
intereses generales. En los casos de un público amplio, esta comunicación
requiere medios precisos de transferencia e influencia: periódicos y revistas,
radio y televisión son hoy tales medios del espacio público.

Aquí se hace hincapié en el carácter constitutivo de cualquier grupo de diálogo
y de todo tipo de público en la formación de la trama de «lo público» y en
la generación de opinión en torno a cuestiones muy diversas en las que distintas
personas pueden tener intereses comunes. En este sentido, no es un espacio
político sino ciudadano, civil, del «mundo de la vida» y no de un
determinado sistema o estructura social.

Sin embargo, es evidente la importancia política de este campo de juego
social. El texto mencionado continúa:

Hablamos de espacio público político, distinguiéndolo del literario, cuando
las discusiones públicas tienen que ver con objetos que dependen de la praxis
del estado. El poder del estado es también el contratante del espacio público político, pero no su parte. Ciertamente, rige como poder «público», pero ante
todo necesita el atributo de la publicidad para su tarea, lo público, es decir,
cuidar del bien general de todos los sujetos de derecho. Precisamente, cuan-
do el ejercicio del dominio político se subordina efectivamente a la demanda
pública democrática, logra el espacio público político una influencia institucional
en el gobierno por la vía del cuerpo legislativo. El título «opinión pública»
tiene que ver con tareas de crítica y de control, que el público de los ciudadanos
de un estado ejercen de manera informal (y también de manera formal en
las elecciones periódicas) frente al dominio estatalmente organizado.13



2. La posición de Hannah Arendt
Los acuerdos y las discrepancias de Habermas y Arendt nos ayudan a profundizar
en él y a comprender la íntima relación que existe entre la concepción
de lo que es la opinión pública y la dinámica política.
En Historia y crítica de la opinión pública, Habermas retiene ideas que
Hannah Arendt había expuesto de manera vigorosa en el capítulo II de La
condición humana, dedicado a «La esfera pública y la privada».
Hannah Arendt hace especial énfasis en el cambio radical que supone la
modernidad respecto de épocas anteriores, por la manera de concebir lo privado,
lo público, lo político y lo social. En la Grecia clásica lo público es lo político,
el espacio común de actividades humanas de trascendencia histórica, compartidas
por los hombres libres (liberados de las necesidades y contingencias
del quehacer diario y de la esclavitud del trabajo vinculado a dichas necesidades);
lo privado se concibe referido a un dueño y señor, que tiene su espacio
vital particular, habitado por seres (cosas, animales y personas) que dependen
de él y que están «privados» tanto de derechos políticos como de proyección
social. En la época moderna, los derechos políticos se universalizan y la perspectiva social penetra en todos los ámbitos de la vida; surge asimismo un nuevo concepto de privacidad, restringido a la intimidad, que se contrapone no sólo a la esfera de la publicidad, sino también a la esfera social (a pesar de su dependencia de ella). Las tesis arendtianas son:
1) La época moderna lleva a cabo la extinción de las esferas pública y privada,
en sus delimitaciones tradicionales, y las subsume en la esfera de lo social.
2) Esta esfera social surge de un doble movimiento: «la transformación del
interés privado por la propiedad privada en un interés público» y la conversión
de lo público en una función de los procesos de creación de riqueza,
siendo ésta «el único interés común que queda».
3) Sin embargo, este interés común no crea espacios de significación vital
compartida, sino que sirve al mero incremento de la acumulación de capitales.
«Lo que hace tan difícil de soportar a la sociedad de masas no es el
número de personas, o al menos no de manera fundamental, sino el hecho
de que entre ellas el mundo ha perdido su poder para agruparlas, relacionarlas
y separarlas.»



4) «El descubrimiento moderno de la intimidad parece un vuelo desde el mundo
exterior a la interna subjetividad del individuo, que anteriormente estaba
protegida por la esfera privada.»15 La disolución de lo privado en lo social:
[…] puede observarse perfectamente en la progresiva transformación de la
propiedad inmóvil hasta que finalmente la distinción entre propiedad y riqueza,
entre los fungibles y los consumptibiles de la ley romana, pierde todo significado,
ya que la cosa tangible, «fungible», se ha convertido en un objeto de
«consumo»; perdió su privado valor, de uso, que estaba determinado por su
posición, y adquirió un valor exclusivamente social, determinado mediante
su siempre cambiante intercambiabilidad, cuya fluctuación sólo podía fijarse
temporalmente relacionándola con el común denominador del dinero.16
Resulta instructivo retener las precisiones conceptuales que aporta esta
autora para explicar su posición17:
«Público» ha significado
Publicidad
Todo lo que aparece en público, puede verlo y oírlo todo el mundo y tiene la
más amplia publicidad posible. Para nosotros, la apariencia —algo que ven y
oyen otros al igual que nosotros— constituye la realidad.

Identidad en la diversidad
Ser visto y oído por otros deriva su significado del hecho de que todos ven y
oyen desde una posición diferente. Sólo donde las cosas pueden verse por
muchos en una variedad de aspectos y sin cambiar su identidad, de manera
que quienes se agrupan a su alrededor sepan que ven lo mismo en total diversidad,
sólo allí aparece auténtica y verdaderamente la realidad mundana.

Ámbito de actividad compartido
El propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros y diferenciado de
nuestro lugar poseído privadamente en él. Este mundo, sin embargo, no es
idéntico a la Tierra o a la naturaleza, como el limitado espacio para el movimiento
de los hombres y la condición general de la vida orgánica. Más bien
está relacionado con los objetos fabricados por las manos del hombre, así como
con los asuntos de quienes habitan juntos en el mundo hecho por el hombre.
Permanencia
Si el mundo ha de incluir un espacio público, no se puede establecer para una
generación y planearlo sólo para los vivos, sino que debe superar el tiempo
vital de los hombres mortales. La publicidad es lo que puede absorber y hacer
brillar a través de los siglos cualquier cosa que los hombres quieran salvar de la
natural ruina del tiempo.
La opinión pública en Habermas Anàlisi 26, 2001 55
15. Hannah ARENDT, La condición humana, op. cit., p. 75.
16. Hannah ARENDT, La condición humana, op. cit., p. 75.
17. Hannah ARENDT, La condición humana, op. cit., p. 59 y s.
«Privado» ha significado

Sentido privativo
Estar privado de la realidad que proviene de ser visto y oído por los demás,
estar privado de una «objetiva» relación con los otros que proviene de hallarse
relacionado y separado de ellos a través del intermediario de un mundo
común de cosas, estar privado de realizar algo más permanente que la propia
vida. El hombre privado no aparece y, por lo tanto, es como si no existiera.

Sacralidad de lo privado
Lo sagrado de lo privado era como lo sagrado de lo oculto, es decir, del nacimiento
y de la muerte, comienzo y fin de los mortales que, al igual que todas
las criaturas vivas, surgían y retornaban a la oscuridad de un submundo. El
rasgo no privativo de la esfera familiar se basaba originalmente en ser la esfera
del nacimiento y de la muerte, que debe ocultarse de la esfera pública porque
acoge las cosas ocultas a los ojos humanos e impenetrables al conocimiento
humano.

Propiedad privada
Antes de la edad moderna, la propiedad significaba el tener un sitio de uno
en alguna parte concreta del mundo y pertenecer al cuerpo político, es decir, ser
el cabeza de una de las familias que juntas formaban la esfera pública. Pero no
era tan sólo la condición para entrar en la esfera pública; lo privado era semejante
al aspecto oscuro y oculto de la esfera pública, y si ser político significaba
alcanzar la más elevada posibilidad de la existencia humana, carecer de un
lugar privado propio (como era el caso del esclavo) significaba dejar de ser
humano. Ser propietarios significaba tener cubiertas las necesidades de la vida
y, por lo tanto, ser potencialmente una persona libre para trascender la propia
vida y entrar en el mundo que todos tenemos en común.
Como se ve, la propiedad era privada, pero también era la puerta de acceso
a la esfera pública. El señor de la casa era ciudadano de la polis, miembro
con plenos derechos de la comunidad política. Pero el bien común y la tarea de
gobierno no se identificaban con las ganancias privadas.
Los romanos fueron maestros en el arte de armonizar los intereses privados
con la participación en la vida pública y «nunca sacrificaron lo privado
a lo público, sino que por el contrario comprendieron que estas dos esferas
sólo podían existir mediante la coexistencia».
La multiplicación de los negocios societarios y las nuevas dinámicas monetarias
surgidas en la época moderna, diluyen la distinción entre propiedad y
riqueza. La propiedad privada («sagrada» y definitoria de la pertenencia a un país)
se equipara a la riqueza (que puede ser pública o privada, de extranjeros…).
La política se concentra cada vez más en la economía y la administración (desarrollo de la economía política o «economía nacional») y se consideran desde
la perspectiva social aspectos antes marginados al ámbito privado. «Social» es
el género humano en cuanto conjunto de individuos y lo es la res publica por
su objetivo de velar por el interés común: La sociedad es la forma en que la mutua dependencia en beneficio de la vida y nada más adquiere público significado, donde las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en público.

3. La concepción de Habermas
Habermas adopta las tesis centrales de H. Arendt y ofrece nuevos materiales
que las apoyan y amplían en su libro Historia y crítica de la opinión pública.
En trabajos posteriores llevó a cabo una crítica a la concepción arendtiana del
poder y de la política, como se verá más adelante.
También Habermas hace un recorrido por la historia de las realidades vinculadas
al concepto de espacio público. En la Grecia clásica la organización de
la sociedad estado griega comporta dos ámbitos separados de actividades humanas: por un lado el ámbito de la polis, de la actividad política, común a todo ciudadano libre (koyné) y el ámbito del oikos, «en la que cada uno ha de apropiarse aisladamente de lo suyo»:
El orden político descansa, como es sabido, en una economía esclavista de
forma patrimonial. Los ciudadanos están descargados del trabajo productivo,
pero la participación en la vida pública depende de su autonomía privada
como señores de su casa. [...] La posición en la polis se basa, pues, en la posición
del oikodéspota. Bajo la cobertura de su dominio se realiza la reproducción
de la vida, el trabajo de los esclavos, el servicio de las mujeres, acontece la vida
y la muerte; el reino de la necesidad y de la transitoriedad permanece anclado
en las sombras de la esfera privada. Frente a ella se alza la publicidad, según
la autocomprensión de los griegos, como un reino de la libertad y de la continuidad.

La «igualdad» griega se refiere a aquella situación de igual a igual que rige
entre los ciudadanos, en el ámbito de lo público, gracias a su posición social
de oikodéspotas. Y el elemento característico del ejercicio de la libertad y de la
igualdad consiste en el ejercicio de la discusión, en la «publicidad» que tiene
lugar en el ágora y que se prolonga en la conversación entre ciudadanos, en
las deliberaciones de los distintos tribunales, en la dirección de las empresas
comunes, etcétera.

El ciudadano, definido a partir del lugar de nacimiento y del patrimonio,
tiene derechos en el ámbito público que son vedados a las personas que dependen de él como su patrimonio privado. La distinción entre lo público y lo privado constituye, por lo tanto, la piedra angular fundamental de la sociedad griega.
En la época medieval, la contraposición entre publicus y privatus proviene
de una distinción del derecho romano, desdibujada con el tiempo. También
en la vieja tradición jurídica germánica se cuenta con la diferenciación gemeinlich
y sunderlich (‘común’ y ‘particular’), que adquiere relevancia en el mundo
feudal.

A mediados del siglo XVI se encuentra el término privat del alemán, derivado
del latín privatus, con un sentido similar al que se atribuye a private en inglés
o privé en francés: sin oficio público, sin ocupar cargo público o posición oficial,
sin empleo relacionado con los asuntos públicos, en otras palabras, exclusión
de la esfera del aparato estatal. Lo privado se contrapone a lo común y a
lo estatal; la oposición entre interés común e interés privado o particular confiere
autoridad al Estado absoluto como garante de aquel interés común. La
publicidad y «el público» se circunscriben al ámbito del poder político y de las
«personas públicas», es decir, aquéllas que ejercen cargos o empleos públicos;
es una «publicidad representativa».

Nuevos factores sociales introducen grietas importantes en esta concepción
autoritaria y absolutista: la Reforma protestante, el progresivo aumento
del intercambio de información como mercadería y la creación del Publikum
(the public, le public) como expresión de la opinión de personas privadas; todos
ellos implican elementos de carácter económico-político, y, en su conjunto,
aportan transformaciones sustantivas.

En primer lugar, la crisis reformista del cristianismo supone una ruptura
importantísima con la concepción público-autoritaria de la Iglesia, en la que se
identificaba el interés de la Iglesia con el interés público y el interés privado. «La
posición de la Iglesia se transforma con la Reforma; el vínculo con la autoridad
divina que ella representaba, la religión, se convierte en un asunto privado. La
llamada «libertad religiosa» caracteriza históricamente la primera esfera de autonomía privada; la Iglesia misma prolonga su existencia como una corporación
de Derecho público».
En segundo lugar, la vida de las ciudades, la intensificación del intercambio
de mercaderías, la creación de bancos y negocios monetarios requieren
cada vez más el manejo de informaciones fidedignas de lo que acontece en los
distintos lugares. Hay un «tráfico epistolar» que se desarrolla a partir del
siglo XIV como sistema profesional de correspondencia. Surgen los «correos
ordinarios» como agencias de noticias, que actúan con discreción y privacidad.
Hay que esperar a finales del siglo XVII para que aparezca la actividad
periodística regular que informa al público en general. Un siglo más tarde, la
información pública romperá sus ataduras con la voluntad soberana del Estado
absoluto.






Finalmente, estos y otros factores llevan a un nuevo concepto de la publicidad.
Frente a la publicidad representativa empieza a tomar fuerza la opiniónpública, expresión pública de las ideas de los súbditos que se consolidan comopersonas privadas; poder público que puede alzarse contra el poder soberano,el poder del Estado. «El público raciocinante comienza a prevalecer frente a lapublicidad autoritariamente reglamentada». La historia de este proceso es larga.


Habermas recuerda la lucha de los monarcas contra la expresión pública de
opiniones «privadas», como cuando Federico II de Prusia escribe en 1784:
«una persona privada no está autorizada a emitir juicios públicos, especialmente
juicios reprobatorios [...]». También rememora las vicisitudes relacionadas
con la tradición literaria: mundo lector, público de un espectáculo o
conferencia y público que juzga.
Hay, pues, una «publicidad» gubernamental, vinculada a la estructura de
lo público, y la publicidad relacionada con la opinión de un público constituido
como conjunto de personas privadas, ciudadanos burgueses, que, paulatinamente,  proyectan su racionalidad en diversos aspectos sociales y se afirman como jueces de las decisiones políticas: La «publicidad» propiamente dicha hay que cargarla en el haber del ámbito privado, puesto que se trata de una publicidad de personas privadas. En el seno del ámbito reservado a las personas privadas distinguimos, por consiguiente, entre esfera privada y publicidad. La esfera privada comprende a la sociedad burguesa en sentido estricto, esto es, al ámbito del tráfico mercantil y del trabajo social; la familia, con su esfera íntima, discurre también por sus cauces. La publicidad política resulta de la publicidad literaria; media, a través de la opinión pública, entre el Estado y las necesidades de la sociedad.

El antagonismo entre sociedad civil y estructura estatal impulsa una dialéctica
en la que la prensa y los medios de comunicación social tienen un papel
protagonista, al mismo tiempo que convierten los mensajes en mercancía y la
función social de la comunicación, en instrumento de creación de riqueza y
de influencia política.

En el siglo XVIII se lleva a la práctica política y ciudadana la idea de que la
racionalidad no deriva de principios abstractos absolutos, sino que se desarrolla
a partir de la contrastación de opiniones sobre la verdad y la justicia, de
manera que es inseparable de la discusión pública. Locke, Kant, los enciclopedistas y otros autores de la ilustración explicitan en sus obras los fundamentos de dicha concepción, y la revolución burguesa plasma sus principios
en la «Declaración de derechos del hombre y del ciudadano de 1789», que inspira
la Constitución francesa de 1791. La libertad de pensamiento, expresión
de opiniones y difusión de ideas, junto con la no discriminación (tolerancia),
igualdad ante la ley (aparejada a la presunción de inocencia) y libertades de
asociación y movimiento, abren nuevos caminos para la vida ciudadana y
recomponen la estructura de lo público/privado/íntimo y lo «publicitado»/interés
social/negocio privado.
Frente a la publicidad reglamentada por los poderes públicos, surge la publicidad
crítica, que proclama la necesidad del enjuiciamiento público de los intereses
generales y las actuaciones gubernamentales:

El pouvoir como tal es puesto a debate por una publicidad políticamente activa.
Ese debate está encargado de reconducir la voluntas a ratio, ratio que se elabora
en la concurrencia pública de argumentos privados en calidad de consenso
acerca de lo prácticamente necesario en el interés universal.

La razón no es ni más ni menos que la capacidad discursiva que surge de las
razones de las personas privadas que piensan y expresan sus ideas, es decir, de
los sujetos ilustrados, informados, con criterio. Por ello, la publicidad política
no es algo aislado, sino que constituye una parte del proceso de ilustración
general posible por el intercambio comunicativo. La publicidad literaria, artística,
científica, etc. son igualmente relevantes.

La forma peculiar de subjetividad burguesa nace en este contexto. El desarrollo
de la literatura de intercambios epistolares, diarios íntimos y forma autobiográfica
lleva a la fórmula de la novela de descripción psicológica.

«Cuando Rousseau con la Nouvelle Héloïse y luego Goethe con las Werther Leiden se sirve de la forma de la novela epistolar, es ya imposible hacer marcha atrás. Las postrimerías del siglo se mueven gozosamente y con soltura en el terreno de la subjetividad, apenas explorado en sus comienzos.»23 Este interés por penetrar en los secretos de la naturaleza humana y en las peculiaridades de la subjetividad está asociado a la idea de «humanidad» ilustrada, en la que se vinculan razón humana y naturaleza humana, buena voluntad particular y voluntad general.

Las leyes y las decisiones políticas requieren una justificación que sólo pueden
encontrar en la fuerza de la razón, una razón que se hace manifiesta en el
debate de la opinión pública. El uso público de la razón tiene el poder de la
fuerza coactiva de la no coacción. En este sentido, Kant afirma que «únicamente
la razón tiene poder», porque fuera de ella no hay legitimación ni justificación
posible. La concepción ilustrada kantiana se encuentra en las antípodas
del principio hobbesiano (auctoritas non veritas facit legem) y en ella el principio
de racionalidad vincula necesariamente moral y política:


La verdadera política no puede dar ni un paso sin rendir antes tributo a la
moral, y aun cuando la política es por sí misma un arte difícil, de ningún modo
es su asociación con la moral arte alguno; porque ésta atajaría gordianamente
el nudo que aquélla fuera incapaz de desatar tan pronto como ambas comenzaran
a disputar.

Se observará que Kant habla de la «verdadera política» y de una asociación
con la moral que no depende de la voluntad de los políticos; se trata de una
vinculación interna que puede ser obviada en la práctica, pero no sin consecuencias.

Con todo, la sospecha de que la opinión pública no representa una «voluntad
general» y que la «publicidad» tal como se da históricamente tiene defectos
muy considerables, es uno de los hilos argumentales de los pensadores críticos
del siglo XIX, desde Marx hasta Nietzsche. «Marx denuncia a la opinión pública
como falsa consciencia: ella se oculta a sí misma su carácter de máscara del
interés de clase burgués.» Esta crítica abarca tanto el concepto de opinión pública
general como su expresión en el ámbito parlamentario. La discusión parlamentaria
no manifiesta la razón de todos los afectados por la legislación, de todos los ciudadanos teóricamente representados, sino la voluntad del grupo o de los grupos socialmente dominantes. Hay una pérdida de poder político en favor del poder social de ciertas fuerzas fácticas, un dominio de determinados  sectores sociales en la vida parlamentaria y en las decisiones del ejecutivo, con lo cual se pone en cuestión la legitimación política del orden burgués.

Los ilustrados se enfrentan al poder absoluto y plantean conceptos programáticos
para la estructuración de otro orden social. La crítica del siglo XIX constata
que las reestructuraciones políticas históricas han llevado a cabo la usurpación
de la razón universal por parte de una clase. En la segunda mitad de ese siglo
y en el XX se producen los grandes y radicales enfrentamientos de clase, se pasa
a la sociedad de masas y a la cultura tecnológica; se generan nuevas formas de
creación y acceso a la riqueza, produciendo por tanto cambios sociales significativos.

La publicidad, el ámbito de lo público y el ámbito de lo privado se
encuentran en la encrucijada de la multiplicación de los medios, la privatización
de los mismos, las manipulaciones de distinto signo, etc. El problema de
la igualdad real, la igualdad de oportunidades en un sentido empírico e histórico
sigue en pie, incluso para algo tan fundamental como la libertad de expresión
y la formación de una opinión pública verdaderamente significativa.

La estatalización de lo público y su amenazante intromisión en todos los
ámbitos de la vida del ciudadano se ha apoyado en la transformación paulatina
de los medios de comunicación en instrumentos de entretenimiento y dominación
de las masas. De la publicidad como información y manifestación de opinión ante un público lector que discute, se ha pasado a una situación en la que el público «se ha escindido en minorías de especialistas no públicamente raciocinantes, por un lado, y en la gran masa de consumidores receptivos, por el otro. Con ello se ha minado definitivamente la forma de comunicación específica del público». ¿Medios de comunicación o medios de propaganda? «La publicidad crítica es desplazada por la publicidad manipuladora»: Como es natural, el consensus fabricado tiene poco en común con la opinión pública, con la unanimidad final resultante de un largo proceso de recíproca ilustración; porque el «interés general», sobre cuya base […] podía llegar a producirse libremente una coincidencia racional entre las opiniones públicamente concurrentes, ha ido desapareciendo exactamente en la medida en que la autopresentación publicística de intereses privados privilegiados se lo iba apropiando.

Incluso la «publicidad» parlamentaria se ha visto afectada, ya que el engranaje
entre el debate parlamentario y los partidos políticos ha derivado generalmente
hacia planteamientos de carácter «plebiscitario».

La apelación a un individuo autónomo capaz de dotarse de leyes universales,
como quiere Kant, en aquel sentido en que se conecta ley moral y ley
política mediante un proceso de formación de opinión y de voluntad general,
se enfrenta a una situación histórico-empírica en la que incluso la formación de
un individuo autónomo y su voluntad personal, no parecen estar garantizados,
y mucho menos, por supuesto, la formación de una voluntad general
democráticamente instituida.

Habermas constata que la dinámica social que vivimos presenta rasgos de
una «refeudalización» de la sociedad. El sujeto político de nuestra sociedad
de masas no es el individuo del liberalismo, sino los grupos sociales y las asociaciones que desde los intereses de determinados sectores privados influyen
en funciones y decisiones políticas, o, también viceversa, desde las instancias políticas intervienen en el tráfico mercantil y en la dinámica del mundo de la vida,
de especial incidencia en el ámbito de la privacidad. Privatización de lo público,
politización de lo privado: transgresión múltiple de una delimitación legal
y éticamente tipificada.

A pesar de los aspectos negativos y de las dificultades que presenta la pervivencia
y el desarrollo de una publicidad crítica en la sociedad de masas, Habermas insta al desarrollo de las posibilidades existentes, dada su importancia fundamental para la realización de la democracia: El cambio de función que en el Estado social experimentan los derechos fundamentales, la transformación del Estado liberal de derecho en Estado social, en general, contrarresta esta tendencia efectiva al debilitamiento de la publicidad como principio: el mandato de la publicidad es ahora extendido, más allá de los órganos estatales, a todas las organizaciones que actúan en relación con el Estado. De seguir realizándose esa transformación, reemplazando a un público —ya no intacto— de personas privadas individualmente insertas en el tráfico social, surgiría un público de personas privadas organizadas. En las actuales circunstancias, sólo ellas podrían participar efectivamente en un proceso de comunicación pública, valiéndose de los canales de la publicidad interna a los partidos y asociaciones, y sobre la base de la notoriedad pública que se impondría a la relación de las organizaciones con el Estado y entre ellas mismas. El establecimiento de compromisos políticos tendría que legitimarse ante ese proceso de comunicación pública.

Sólo una publicidad crítica permitirá la expresión de los conflictos reales
y la superación de los mismos por la generación de consensos, de voluntad
común. Ha de ser el contrapeso necesario a las formas de presión y coacción del
poder, que tiende siempre a superponerse opresivamente sobre la realidad social:
62 Anàlisi 26, 2001 Margarita Boladeras Cucurella
26. J. HABERMAS, Historia y crítica de la opinión pública, op. cit., p. 257.
[…] un método de controversia pública llevado del modo descrito podría relajar
las formas coercitivas de un consenso obtenido bajo presión, e igualmente
podría suavizar las formas coercitivas del conflicto, sustraído, hasta el presente,
a la publicidad.27
La publicidad crítica ejercida por la sociedad civil respecto de los aparatos
del Estado, sus formas de organización y ejecución, constituyen elementos
fundamentales de la vida política democrática. En el nuevo prólogo de 1990 para
la reedición de la obra que nos ocupa, Habermas reformula alguna de sus ideas,
insistiendo en las líneas básicas que acabo de esbozar.
Contra ciertas teorías del discurso posmodernas, Habermas insiste en su posición:
los discursos no dominan por sí mismos, sino que es su fuerza comunicativa
la que influye y permite determinados tipos de legitimación; este poder de la
comunicación no puede ser suplantado por acciones instrumentales. En Facticidad
y validez extraerá las últimas consecuencias de este planteamiento, ahondando en
la dimensión normativa de su forma de entender el espacio público.