domingo, 12 de julio de 2015

La Opinión Pública

Opinión Pública


1. LA OPINIÓN PÚBLICA: NOCIÓN, IMPLICACIONES Y POLISEMIA

1.1. Los significados de la opinión pública

El interés por averiguar qué es la opinión pública corresponde a políticos y diri­gentes, entre otros. Con frecuencia, se recurre a las encuestas como modo de sondearla. El resultado de la investigación, sin embargo, resulta parcial.
La opinión pública alude a tres ámbitos:
-          Política. La opinión de los ciudadanos es importante para los que deten­tan el poder. Ahora bien, ¿hasta qué punto se tiene en cuenta la opinión pública para dirigir la vida política?
-          Comunicación. Hablar de opinión pública es también hablar de una forma de comunicación. La comunicación supone el principal elemento a través del cual los ciudadanos construyen su opinión sobre las “cuestio­nes públicas”. Los medios muestran una realidad, pero también se pro­duce comunicación desde los ciudadanos a los políticos.
-          Proceso social. La opinión pública es también un proceso social, de la que es resultado. La opinión pública está interconectada con diversas fuerzas sociales (familia, grupos de opinión, líderes,...), donde se adop­tan unas u otras actitudes.
La opinión pública es un área de conocimiento interdisciplinar (psicología, so­ciología,...) cuyo objetivo es definir cómo se forman las actitudes de los ciuda­danos sobre lo público. La preocupación por medir y comunicar esas actitudes existe desde siempre. ¿Por qué las ciencias sociales quieren conocer la opi­nión pública?
1.    Porque la política en los sistemas democráticos debería basarse en la opi­nión de la gente sobre cómo deseamos ser dirigidos. Distintas disci­plinas científicas coinciden en que:
a.    Los ciudadanos deben tener un mínimo de confianza en los políti­cos y, además, la opinión de los líderes políticos debe adaptarse a la opinión de los ciudadanos para que la democracia no se resienta y que la democracia se reduzca a votar cada ciertos años.
b.    Las opiniones de los ciudadanos son de interés para los políticos.
2.    Porque el respeto a la opinión pública impide que aflore la demagogia y el populismo. Sirve de control efectivo para el sistema democrático de modo que sea un gobierno compartido (participación ciudadana en el gobierno de la comunidad). Se concibe como contrapoder a un liderazgo excesivo.
3.    La opinión pública proporciona atajos culturales, es decir, pistas heurísticas. Entender qué rol juega la opinión pública en el proceso político es crucial para entender la cultura. La opinión pública tiene que ver con normas sociales, ya que opinión pública y sociedad son inseparables. La opinión de familia, amigos,... forma también nuestra opinión, de modo que el individuo selecciona de lo existente según sus intereses y valores sin necesidad de inventar nuevas formas. Así, al votar, el individuo se inclinará por una tendencia u otra siguiendo estas pistas heurísticas.
4.    La opinión pública puede ser movilizada. Los políticos pueden actuar movilizando a la opinión pública, comprendiéndola a fondo, pero otros acontecimientos también la afectan. Por ejemplo, el 11-M, las manifestaciones en general,...
5.    La opinión pública dicta, al menos en parte, la política exterior de un país. Aunque esta es competencia de líderes políticos porque disponen de más información y experiencia, la opinión pública la determina. Por ejemplo, la opinión pública contra la guerra de Vietnam en EE. UU., la retirada de las tropas de Irak,...
La opinión pública es grupal, Analizamos grupo como uno de sus rasgos fundamentales. El grupo puede ser:
1.    Una multitud. La concepción de la sociedad de las multitudes se centra en saber cómo los individuos pueden ser sugestionados cuando pertenecen a una multitud. G. LEBONN expone que la sensación de anonimato de los individuos dentro de una multitud, les hace experimentar insensibilidad social y falta de respeto por las normas por contagio de ideas entre los individuos que origina un cambio de comportamiento. Las multitudes sugestionan para que los individuos apoyen comportamientos e ideas que en un estado normal no apoyarían. La multitud es una unidad de experiencias emocionales. Por ejemplo, los hooligans.
2.    Una masa. Las masas, a diferencia de las multitudes, se caracterizan por el aislamiento interpersonal de sus integrantes. Se trata de individuos aislados y anónimos sin comunicación entre ellos y de composición heterogénea (simple agregado de individuos). Las masas, sin embargo, reaccionan para el respeto de sus necesidades. El concepto de masa se desarrolla con la sociedad de masas del siglo XX. Las masas están inmersas en el mundo laboral y pierden sus raíces (ciudad-pueblo). Por ejemplo, son masas los individuos interesados por la marcha de un juicio o por un programa de televisión. Estos comparten experiencias, pero no están interconectados. La desconexión puede tener consecuencias: los consumidores pueden dejar de consumir ya que el vínculo no es tan fuerte.
3.    Un público. Si las multitudes tienen emociones compartidas, el público se organiza en torno a temas. La empatía de la multitud desaparece, el público piensa y razona, como grupo, en un tema. Cuando el público no es crítico, deviene en multitud. A diferencia de la masa, el público es consciente de que existe. Son características de los públicos:
a.    Formados por una serie de individuos que comparten un mismo interés por un tema (medio ambiente, por ejemplo).
b.    Están divididos por puntos de vista diferentes, hay debate entre los individuos.
c.    Son capaces de expresar y recibir opiniones.


1.2. Definiendo la opinión pública

Las definiciones de los autores que han estudiado la opinión pública se pueden organizar en 5 grupos:
1.    La opinión pública es un agregado de opiniones independientes. Es quizá la más extendida. Las encuestas de opinión, reunidas, caracterizarían la opinión pública y sólo los estudios cuantitativos servirían para medirla.
2.    La opinión pública equivale a lo establecido, a la opinión mayoritaria. Para NOELLE NEUMAN, la opinión pública se fija en lo que se puede o no decir en público para no entrar en la espiral del silencio, en el aislamiento social.
3.    La opinión pública es el resultado de la acción de los grupos de interés. Estos grupos cultivan, cristalizan y comunican puntos de vista y opiniones de forma tan poderosa que generan la opinión pública. Está probado que grupos formados para la defensa de ideas interesadas son más efectivos por la influencia política que poseen (lobbies). El debate entre los grupos origina la opinión pública.
4.    La opinión pública es la opinión de las élites sociales, de los periodistas, de los líderes de opinión (personas de liderazgo reconocido). En las tertulias de televisión, apoyamos unos u otros argumentos aludiendo a la entidad del tertuliano. La opinión publicada se convierte en opinión pública cuando el líder de referencia es el periódico.
5.    La opinión pública es ficción, no existe, es una construcción retórica de políticos y periodistas para atacar principios contrarios a los suyos. Es un concepto manufacturado, usado para pervertir. El resultado de una encuesta es discutible: qué solidez tienen las respuestas de los encuestados si son conminados a responder a cuestiones sobre las que no tenían formada una opinión.
Ver anexo con cuadro de autores que han definido la opinión pública.
Una forma de estructurar la opinión pública es estudiar sus dimensiones:
1.    Dirección. Se piensa que la gente suele estar a favor o en contra de un tema, pero en realidad la opinión no es pura (se puede estar a favor del aborto, pero sólo en ciertos supuestos). Es importante, por tanto, calibrar la dirección concreta de la opinión pública.
2.    Intensidad. La disposición a cierto tema, la intensidad respecto a él. Por ejemplo, la memoria histórica es un tema de intensidad fuerte en España.
3.    Estabilidad. La estabilidad de las opiniones puede afectar a la agenda política. Los líderes políticos tendrán más estímulos para prestar atención a los temas más estables. Por ejemplo, las preocupaciones principales de los españoles que publica el CIS.
La definición de opinión pública más correcta depende de los que investiguemos. Si tendemos a plantear encuestas, por ejemplo, eso delimita nuestro sesgo. El momento histórico y su devenir también influyen en la definición. Por último, la tecnología puede también determinar el significado que otorgamos a la opinión pública.
En resumen, la definición de opinión pública debe tener necesariamente tres aspectos:
1.    Pertenece a sujetos políticos (ciudadanía).
2.    Se refiere a temas de debate (debate).
3.    Trata cuestiones públicas (publicidad).

1.3. La formación de la opinión pública

Las opiniones son un fenómeno social que procede de la práctica, no cae del cielo. En su formación intervienen factores políticos y ambientales (el entorno).
En las sociedades primarias la opinión surge de la asociación directa entre individuos, ciudadanos de una aldea o comunidad, con el objetivo de llegar a acuerdos sobre cuestiones políticas. Los ciudadanos se reúnen para discutir cuestiones locales y, sobre la base de esta discusión, se busca alcanzar algún consenso que conlleve una acción.
La formación de la opinión pública resulta del auge de la Revolución Industrial (1880), que provoca transformaciones políticas, económicas y sociales en muchos países de Europa occidental. Los factores que influyen son la introducción de la maquinaria, la rapidez de las comunicaciones, la nueva organización empresarial (por ejemplo, la de Ford), la división del trabajo, el crecimiento de la población,... Estos factores sirven para transformar las sociedades primarias en una nueva sociedad y cambian las actitudes y valores de los individuos. Las relaciones interpersonales pasan a ser más superficiales y mediatizadas.
En la sociedad de masas influyen estos factores en la construcción de las opiniones:
-          El radio se amplía, como los instrumentos de estimulación (teléfono, etc.).
-          El surgimiento de la vida urbana, más flexible y móvil.
-          El flujo de la información se acelera y esto modifica el tiempo de vigencia de los temas.
Surgen también nuevos problemas para los individuos, como la cantidad ingente de información. En la sociedad de masas los individuos dejan de recibir información ligada a los acontecimientos, la recibe de los medios.
La formación de la opinión pública se ha descrito como un proceso con cuatro fases:
1.    Fase del problema (o tema). Aún no definido ni cristalizado, el asunto se va conociendo por la comunidad como problema. Los individuos van tomando postura.
2.    Fase de la propuesta. Se formulan una o más líneas de acción como respuesta al problema que se acaba de definir. Como en la anterior fase, tiene cierta ambigüedad: rumores, posiciones efímeras, clamores desorganizados,...
3.    Fase política. El centro de la acción se traslada al debate. Se discuten propuestas y alternativas. Es la fase más fácil de localizar: los miembros más activos de los públicos pretenden convencer a los menos activos (toma de decisión) y se alcanza a realizar una acción (decisión).
4.    Fase de valoración de la acción. Se apoya o se aborta la acción.


1.4. Métodos de estudio de la opinión pública

a. Investigación mediante encuestas

Como método de investigación de la opinión pública, ha revolucionado las ciencias sociales. Ya se utilizaba en la antigüedad (censos de población), pero se desconocía como medio para recabar la opinión pública. En una votación, sin embargo, los resultados son agregados y no se puede partir de ellos para formular la opinión de los votantes. Por tanto, se precisan encuestas post electorales, sobre todo, para averiguar las motivaciones personales de cada individuo.
El auge de la encuesta, sumatorio de actitudes y comportamientos, procede de los medios y políticas de EEUU en los años 20 del siglo pasado. La tecnología, como hemos visto, es importante para el desarrollo de la encuesta. La Universidad de Chicago (Illinois, EEUU) sigue realizando encuestas. En España, el instituto más representativo es el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas).
Las encuestas presentan problemas evidentes. Los individuos no eligen ser encuestados, por lo que muchos eligen no participar. Los que sí están dispuestos pueden ser sólo los más interesados, con lo que el resultado estaría sesgado. Existe la posibilidad de que el encuestado nunca haya pensado antes sobre lo que se pregunta, con lo que la respuesta, si existe, será parcial o inventada. También influye el orden de las preguntas, como el tipo de preguntas. El dinero es otro factor de deformación de la encuesta: si no se dispone de fondos para llevarla a cabo puede resultar poco representativa. Y lo más importante es la interpretación que damos a las encuestas: las encuestas no predicen.

b. Grupos de discusión

Frente a la encuesta, que es una técnica cuantitativa, los grupos de discusión son una técnica cualitativa. De ellos se obtiene información amplia de un número reducido de casos. Se trata de provocar una discusión abierta entre los miembros del grupo, por lo que es necesario seleccionarlos adecuadamente partiendo de una hipótesis inicial. La dinámica de las discusiones puede ser libre o estructurada (o ambas). La discusión debe ser informal y ser grabada para el equipo investigador. Las opiniones son constantemente construidas y reconstruidas. El punto fuerte es captar las dinámicas de formación y cambio de opiniones. Las opiniones tienen un origen personal, interpersonal o mediático.

c. Los experimentos

Se pueden utilizar para indagar en la forma en que los individuos se forman una opinión. Depende de la imaginación del promotor, por ejemplo, hay quien se centra en un listado cerrado de temas a discutir, en el visionado de imágenes, en el estudio de cómo la televisión encuadra los temas bajo ópticas temáticas (la drogadicción en general) o episódicas (el yonki, de manera que, centrándose en un individuo, se exonera de responsabilidad a los poderes públicos)...
Otro experimento que se ha utilizado es la manera de presentar la información que tienen las encuestas, ya que la elección determina los resultados.
Los análisis de contenido de prensa (o de otros medios y recursos) es un experimento habitual que consiste en el seguimiento de noticias en medios de un tema concreto y en un intervalo concreto. Los análisis dotan a los investigadores de cierto grado de videncia sobre la opinión pública, pero el inconveniente es que la opinión publicada no equivale a la opinión pública.
Mezclar varias técnicas resulta lo más adecuado, especialmente si se trata de experimentos.

2. LOS ANTECEDENTES DE LA OPINIÓN PÚBLICA

En sentido amplio, siempre ha habido opinión pública ya que en los orígenes de nuestra especie siempre han existido comunidades cuyos miembros han establecido relaciones entre sí. La mayor parte de las sociedades ha contado con una autoridad y la comunicación entre gobernantes y gobernados ha existido siempre, como en el sentido inverso. En conclusión, en toda organización humana ha estado presente la opinión pública.
La Ilustración, estrictamente, es el momento histórico en el que surge el concepto moderno de la opinión pública, hostigada por el liberalismo. La teoría sistemática, no obstante, es posterior. Ya desde finales del siglo XVII y principios del XIX se observan las primeras reflexiones sobre la opinión pública. Entonces empieza a despuntar la importancia de la opinión de los ciudadanos sobre la base de un poder limitado, dividido y en régimen de derechos y libertades.

2.1. Edad Antigua

Los filósofos griegos suelen ser considerados como precursores de la concepción de la opinión pública. La doxa (opinión) se contrapone a la episteme (conocimiento). La doxa se entiende como un conocimiento inseguro, proclive al error y apoyado en la apariencia (visión platónica). Ya aparece el vínculo entre opiniones del pueblo y del poder. Se inicia una visión peyorativa de la opinión pública (poco autorizada, vulgar) que aún perdura.
PROTÁGORAS (485-414 a. C.) enunció su “dogma poleon” (creencia de las ciudades o el parecer público), asimilable a la teoría de la opinión pública. Punta del sofismo, ocupada de las técnicas de la persuasión, entendía el ideal pedagógico como la capacitación política apoyada en la palabra (son creadores de la Retórica) frente a su enemigo Platón (autor de La república).
PLATÓN (427-347 a. C.) distingue la vía de la doxa y la de la ciencia, la episteme como formas de acceder a la perfección. La doxa es un saber parcial, inseguro, basada en imprecisiones y ambigüedades. La doxa es el saber del pueblo, mientras que reserva a la élite (los filósofos) el episteme. El mito de la caverna, del libro 7 de La república, es una alegoría de esta dicotomía. La desconfianza de Platón por el público será heredada a lo largo de esta Edad, ya que este no es consciente de sus intereses ni de la ciudad-Estado.
La democracia, entendida como régimen de la tiranía de la doxa, provoca en Platón una situación caótica que hace que los ciudadanos no distingan entre el bien y el mal. La democracia niega los rectos valores sociales, no es capaz de reforzar las normas y exige demasiado a los ciudadanos. El régimen autocrático de los filósofos sería el más adecuado.
ARISTÓTELES (384-322 a. C.) no coincide con PLATÓN. La doxa es un saber en potencia. Los hombres, seres sociales, poseen un saber infalible, junto a su experiencia y sentido común, para interpretar la realidad.
La doxa puede ser previa al conocimiento de los ciudadanos. A partir del sentido común pueden llegar a la verdad. ARISTÓTELES cree en la sabiduría del ciudadano corriente y cree que la opinión pública puede convertirse en vehículo espiritual y comunitario de la ciudad-Estado. La fuerza de la opinión es equivalente a las normas, características y valores de la civilización en que surge.
Puesto que el concepto de opinión pública va unido al desarrollo de la democracia y las libertades públicas, podemos presuponer la existencia de una opinión pública desarrollada en lugares públicos como el ágora.
También en Roma es posible hallar vestigios de una rudimentaria opinión. Se detectaba una difusión de noticias amplia, esencial para la formación de un Gobierno fuerte. El Derecho romano distingue ius publicum e ius privati. Esta distinción nos lleva a la de res publica. El ámbito público se caracteriza por su publicidad, en cuyo seno se emiten opiniones. El Derecho consuetudinario, nacido de la costumbre, se basa también en lo público.
CICERÓN nos habla de la fuerza del público. Habla del rumor, de la fama, en el sentido de lo público. La opinión se utiliza como apariencia, notoriedad y buena o mala imagen que los demás tienen de uno mismo. CICERÓN manifiesta un alto grado de escepticismo hacia los deseos y pasiones en los que puede caer. Para él, la muchedumbre puede juzgar muy pocas cosas de acuerdo con la verdad y lo ideal es el liderazgo de los mejor instruidos.

2.2. Edad Media

La distinción esfera pública – esfera privada desaparece. La Baja Edad Media (siglos XI-XV) mantiene principios de la Roma clásica y del cristianismo primigenio: se acepta la validez del Derecho natural y su autoridad obligatoria entre gobernantes y súbditos, la obligación de los reyes a gobernar con justicia y la sacralidad de la autoridad humana y eclesiástica.
En torno a 476 a. C., momento de la caída del Imperio romano, la influencia germánica trae nuevas ideas sobre el derecho. El germánico intuye derecho como algo inscrito en la costumbre, anclado en lo público. Nuestro concepto actual de opinión pública es incompatible con la sociedad feudal.
En la Edad Media, los súbditos tenían pocas formas de opinar y mucho menos de elegir gobernante. El ágora desaparece, como el diálogo político y la participación en los asuntos de la ciudad. Sin embargo, hay algunas referencias que se asocian a la idea de opinión pública:
-          JUAN DE SALISBURY introduce la idea del tiranicidio (1559). Ante posibles abusos del monarca, es lícito deponerle. Comienza a alborear la idea de que los derechos políticos hunden su raíz en el pueblo.
-          Prácticas sociales relacionadas con la publicidad y la propaganda: los juglares. Su actividad genera algún flujo de opiniones. También los debates públicos organizados por las órdenes monásticas.
-          SANTO TOMÁS DE AQUINO reconoce ciertos derechos al pueblo. Si el poder deriva del pueblo, éste puede imponer parte de sus pareceres. SANTO TOMÁS introduce la condición aristotélica de ciudadano frente a súbdito.
-          JUAN DE PARÍS, GUILLERMO DE OCKAM,... (ver anexos) harán intentos importantes para la secularización del poder político.

2.3. El Renacimiento

Los siglos XV y XVI traen aires de renovación y de cultura. El orden medieval se rompe al abrirse nuevas vías de pensamiento y de acción. Principalmente, el hombre se constituye en centro del universo, siendo la razón la mejor aliada para comprender y resolver los problemas. El Renacimiento no niega el valor de lo trascendente, pero traza la frontera entre poder religioso y político, entre fe y razón.
Ver práctica del tema 2 en la web del profesor.
Este cambio de sociedad es consecuencia de transformaciones políticas, económicas y tecnológicas que caracterizan el Renacimiento. En esta época se reivindica la racionalidad individual frente al dogmatismo y teocentrismo anterior, que amenaza la unidad de la Iglesia: la Reforma protestante (ver anexos). La Reforma plantea una relación íntima y sin intermediarios con Dios, la búsqueda con uno mismo y en conciencia de la salvación. La Inquisición será la institución que describe la reacción y el antiguo orden. La represión, no obstante, no logra detener el avance hacia el pluralismo y, por tanto, de la opinión pública (aunque aún no ha surgido).
Por tanto, los cambios psicológicos (pluralismo, tolerancia y libre examen de conciencia) se convierten en instrumentos de difusión de la opinión pública junto a la imprenta, artilugio que permite extender estas ideas. La lectura, más extendida, permite que se formen opiniones individuales.
La burguesía es la nueva clase emergente y, de hecho, es la consumidora de libros y de nuevas ideas. Los excedentes obtenidos por la actividad mercantil favorecen el surgimiento de este tiempo para reflexionar. Será con esa burguesía alfabetizada (que, además, se sitúa como sujeto revolucionario en esta época y pretende alcanzar el poder político) y en los países con más nivel de alfabetización que surge la opinión pública.
Ante libros y periódicos, el poder establecido responde con censura y persecuciones por el temor a que se configure una instancia independiente intermedia entre lo público y lo privado, la opinión pública.
Los humanistas, teóricos del momento, buscan nuevas formas de desarrollo personal y del espíritu crítico y profesan gran respeto por las opiniones individuales.
ERASMO DE ROTTERDAM (1446-1536) es el primero en estudiar, de forma racional, el comportamiento irracional (anticipándose a LEBON).
GALILEO GALILEI (1564-1642) representa el rigor científico contra el dogmatismo, el examen libre de la realidad, el empirismo.
DESCARTES propone la razón como mejor camino para llegar a la verdad (abre la vía racionalista del Derecho natural).
NICOLÁS DE MAQUIAVELO (1469-1527) es, quizá, el más importante en cuanto a opinión pública y es considerado fundador de la ciencia política por sus conceptos de Estado, reputación (del príncipe) y comunicación política entre gobernantes y gobernados. Sus ideas de la opinión y la imagen del gobernante hacen que lo consideremos el primer autor que sistematiza la codificación de opiniones y técnicas de propaganda. Expresa abiertamente lo que los hombres acostumbran a hacer, la ontología (el ser, la realidad) frente a la deontología (lo que debería ser, la ética y la moral), por tanto, se separa definitivamente de la política.
En su obra El Príncipe (1532) el poder político aparece secularizado y, aunque no plantea una teoría sistemática del Estado, ocupa un lugar central en su pensamiento. Reconoce abiertamente el poder de la opinión pública y plantea una teoría de lo que el príncipe debe hacer para ganarse el apoyo público y perpetuarse. La opinión para MAQUIAVELO es maleable, sensible y fácil de engañar, aunque hay que temer a su poder.
Frente al posible apoyo de los notables del reino, el príncipe necesita siempre de la estima de la gente, del pueblo. No puede tenerlo en contra. La imagen es el principal recurso con que cuenta para que así sea y las técnicas para mantener la imagen son importantes ya que la imagen se puede construir y modificar.
MAQUIAVELO no se plantea la verdad de la opinión sino que la opinión se une a la buena imagen. No importa que sea justo o injusto, sino que lo parezca. En Discursos sobre la primera década de Tito Livio vuelve a la idea del dirigente sabio que no ignorará a la opinión pública, que equivale, de nuevo, a la imagen que de él tienen.
Con MAQUIAVELO queda perfilado el valor político de la opinión pública, trasladable a cualquier régimen. Rompe no solo con la tradición medieval (debe ser tenida en cuenta la opinión pública) sino la clásica: si para ARISTÓTELES la opinión era rigurosa y nacía del sentido común, para MAQUIAVELO la opinión es verdadera, a secas.
En los primeros años de la Edad Moderna no existe una teoría sistemática de la opinión pública pero se apuntan líneas en torno al concepto, conviviendo lo platónico (la opinión es vulgar y poco fiable) con otras tendencias. Esta visión peyorativa platónica se confirma con el Barroco (ver anexos), que muestra una antropología pesimista y acentúa la desconfianza en la opinión del pueblo. Hay autores que afirman que esta desconfianza varía según el país: en los decadentes parece triunfar, no así en Inglaterra (triunfo de la Revolución “la Gloriosa” en 1688 y establecimiento del parlamentarismo frente al absolutismo del siglo XVII). Ver anexos.

3. EL SURGIMIENTO DE LA OPINIÓN PÚBLICA EN LA ILUSTRACIÓN

En el Renacimiento se empiezan a descubrir ámbitos de libertad en el Antiguo Régimen. Estos espacios se irán abriendo y será en la Ilustración cuando se pueda hablar de la opinión pública en el sentido moderno. El papel de las ciudades a partir de la Baja Edad Media es esencial, como el de la burguesía. Las ciudades rompen con las estrecheces del mundo feudal y, a veces, hasta los reyes apoyan a los burgueses en este movimiento de ruptura de la dispersión del poder propia del feudalismo (con la Paz de Westfalia, en 1648, se reconocen más de trescientos Estados en el Sacro Imperio Romano Germánico que tendrán la libertad de elegir su religión y gozarán de más autonomía. Nacen las monarquías absolutas a partir del exaltamiento de la razón de Estado, que se sitúa como máxima autoridad frente al Papado y otras instituciones).
Los burgos permanecen alejados del ámbito feudal y protegidos por los reyes frente a la nobleza. El espacio de libertad urbana y burguesa se sintetiza en la plaza como lugar de encuentro y discusión. En las ciudades es donde surge la opinión pública, concretamente en cafés y jardines de las más grandes, ya que allí es donde la burguesía (eliminado el feudalismo) se plantea influir políticamente hasta disputarse el poder del rey.
La opinión pública, entendida como una comunicación entre sus ciudadanos y su Gobierno, vendría a significar la expresión de opiniones sobre asuntos públicos. Se reclama que las opiniones influyan en la toma de decisiones (más tarde, la intención de voto).
Hasta que no existe diálogo entre gobernantes y gobernados no puede hablarse de opinión pública. Solo la destrucción de las estructuras absolutistas por los liberales hará posible el surgimiento de la opinión pública. Inglaterra (parlamentarismo, 1688) y Holanda (república en 1650) serán países pioneros.

3.1. Las primeras instituciones de la opinión pública

La prensa es pionera en la creación de la opinión pública.  Surge en el siglo XVIII y su existencia se ha considerado como antecedente. Sin su existencia no se puede entender la opinión pública.
Además, otras instituciones sirvieron para su desarrollo:
-          Los cafés (que derivan en tabernas, clubes y clubes políticos).
-          Los salones.
-          Los jardines.
-          Y otros:
o   Las sociedades.
o   Los gabinetes de lectura.
o   Las bibliotecas circulantes.
o   Las librerías de segunda mano.
También hechos como la mejora de las comunicaciones y los servicios postales (las newsletters eran cartas informativas escritas a mano que se obtenían por suscripción y alejadas de la censura) potencian la difusión del pensamiento ilustrado y funcionan como generadores de opinión pública.
Los cafés eran propios de Londres (coffee houses). El primero se abrió en 1652 (después de la Paz de Westfalia, 1648), convirtiéndose en lugares de recepción y difusión de noticias preferentes (gran parte de los ciudadanos de la época deben su cultura a los cafés). Hasta el siglo XVIII, con 2.000 establecimientos, su espacio queda consolidado. Pronto se convierten en lugares de agitación política. En Francia, pese al monopolio del café por parte de Inglaterra, se funda el primer café en 1686.
Con el predominio de la importación del té, los cafés son sustituidos por las coaching inns (“posadas de dirigentes”, antecedentes de los pubs). A mediados del XVIII surgen los clubes, sólo para público masculino y para sectores ricos de la burguesía, que estaban ideados para la conversación (smoking rooms). En España, lo más parecido son las tertulias: grupos de gente reunida para hablar.
En Francia, muchos cafés se convierten en clubes políticos y, de ahí, en partidos políticos. Estas instituciones funcionan como difusoras de los primeros periódicos, configurándose un espacio de discusión al ser leídos por los asistentes. En los cafés también es donde surgen líderes de opinión, el director de los debates, que influiría en la opinión de los demás.
Sin embargo, más que el café, en Francia son más relevantes los salones, que aceptaban a mujeres. Son lugares de reunión de burgueses letrados y hay autores que afirman que había más discusión que en palacio. El centro de todo salón era la dueña de la casa. Las mujeres de los salones actuaban como animadoras socioculturales: invitaban a nuevos dramaturgos, a artistas, etc. Había salones especializados en temas (religión, política,...) de los que también surgirán partidos políticos. Luis XIV (1643-1715), el Rey Sol del que se dice que afirmó “yo soy el Estado”, oscurece los salones, pero resurgirán como frente político (ver anexos).
Los salones evolucionan en los jardines, auténticos salones al aire libre en época de Luis XV (1715-1774), de modo que pasear por la calle se convierte en una actividad social. A falta de periódicos, podríamos hablar de “periodismo hablado”. Las cuestiones públicas se extendían por el país a través de la correspondencia a provincias. Ya con Luis XVI (1774-1792) se decía que dependía más de la opinión pública que de la corte, pese al absolutismo de su reinado. La opinión de gentes sin derechos, armas ni voto, sin embargo, acabaría ordenando su paso por la guillotina.
La creciente influencia de la opinión pública, sobre todo en época de Luis XVI, se asocia a la insostenible deuda nacional. El Estado francés estaba en bancarrota, con lo que necesitaba crear un clima de confianza para que el burgués invirtiera en él. Los burgueses se esfuerzan por instaurar un control presupuestario que garantice la rentabilidad de la deuda pública comprada. Jacques NECKER (1732-1804), ministro de Economía de Luis XVI, se propone reformar el Estado para hacerlo más atractivo. Intenta poner en orden las cuentas y llegará a tener un papel importante en la Historia de la opinión pública porque introduce la publicidad de la gestión política: a partir de NECKER se hace público el presupuesto de la Corona. NECKER es el primer político en usar el término “opinión pública”.
A finales del XVIII existe en Europa y EEUU una red de instituciones  de difusión de ideas en cuyo seno se debate y se critica sobre política y literatura. Se comentan las informaciones de los periódicos y, lo más importante, se critica la acción de los Gobiernos. Surge por primera vez el fenómeno de la opinión pública dotada ahora de influencia política. En estas instituciones se demostraba un claro interés de lo público y se creía que la gestión pública no había que dejarla a la cerrada discreción del Gobierno sino que debía ser interesante para el público. El sujeto revolucionario, sin embargo, sigue siendo la burguesía de las grandes ciudades. Y en EEUU, inmersos en su propia revolución, existen centros de opinión en torno a salones y periódicos, siempre destinados a una élite.

3.2. La prensa y la opinión pública

La prensa se configura como catalizador de todo el proceso de difusión de ideas de la Ilustración. Sin una prensa libre no hubiera habida opinión pública. Por tanto, durante todo el XVIII se vive en Inglaterra y Escocia[1] una lucha de la prensa por mantener su papel al margen del poder político.
En 1695 el Parlamento inglés suprime la necesidad de obtener una licencia previa para editar periódicos. Esto equivale a la supresión de la censura previa. Atrás queda una larga lucha por la libertad de expresión en el contexto del enfrentamiento entre Rey y Parlamento. El  Bill of Rights es el primer texto en recoger la libertad de expresión y de debate en 1688.
La prensa, junto a un embrionario sistema de partidos, hace posible la incipiente opinión pública, que se configura como contrapoder. El  sujeto de la opinión pública va surgiendo con este movimiento. Algunos aspectos relativos a la prensa en su primera época son:

-          A algunos partidos les empieza a resultar ventajosa la publicidad que otorga la prensa.
-          La opinión pública está ligada al surgimiento de un periodismo independiente que se afirma frente al Gobierno y hace de esta afirmación un asunto periodístico.
-          Comienzan a aparecer los primeros anuncios, lo que serviría para obtener independencia política a través de la independencia económica.
-          Otro aspecto importante es la publicidad de los debates parlamentarios. El acceso era antes restringido a sus miembros. En 1803 el Parlamento reserva un espacio para los periodistas. Antes, su acceso era no oficial.
Reino Unido se presenta como país pionero. Le siguen Holanda y Francia, el primero con una prensa selecta (de carácter científico) y el segundo con un periodismo oficialista. Otros países de Europa están en otra situación: la monarquía zarista controla la prensa con mano de hierro, al igual que Prusia. En España estamos en una situación de censura y de Inquisición. Había un escaso número de suscriptores y de lectores (se calcula que un 1% de la población estaba en contacto con la Ilustración, frente a un 4% de Francia). En España surge, pese a todo, una incipiente opinión pública con dos rasgos. Limitación de temas (se excluía la política en la práctica) y la limitación de círculos públicos. Como en Francia, la opinión pública es un asunto de minorías.

3.3. La aparición del término

Con la llegada del Renacimiento (siglos XV y XVI) y el Barroco (siglos XVII y XVIII) la idea platónica de la opinión pública como algo inseguro, superficial, principio de la ignorancia vulgar va cambiando. Los gobernantes ya son conscientes de que deben cuidar su reputación: la prudencia política aconseja tener presente lo que piensan los gobernados (MAQUIAVELO). La evolución como doxa platónica a la opinión pública se produce a través de un proceso histórico en que la opinión del vulgo pasa a considerarse la opinión del gobernante cuestionado por la masa. Este salto cualitativo es muy importante ya que se incluye una connotación nueva, la capacidad de raciocinio del público (que pasa a ser ciudadano).
El concepto de opinión pública, y tal es su característica principal, es que se ve sometido a un doble proceso.
1.    En cuanto conocimiento vulgar, se va degradando
2.    Como opinión individual se va sobrevalorando a medida que se construye el sujeto individual, especialmente frente a criterios dogmáticos de la Iglesia y de las clases privilegiadas.
La opinión pública cuaja definitivamente en el contexto de los gobernantes representativos que paulatinamente se van instalando. El primer país en donde surge es en Inglaterra (1688). Todo responde al fenómeno de la opinión pública en su plena dimensión política.
LOCKE (1632-1704) en su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) coloca junto a la ley divina y la ley civil la ley de la opinión y de la reputación (“ley de la pasión”, pasiones del pueblo). A esta ley LOCKE atiende con importancia por el temor al escarnio público.
ROUSSEAU (1712-1778) es el primer filósofo que utiliza por primera vez el término “opinión pública” en su acepción platónica.
Jacques NECKER (1732-1804) es el primer político en usar el término. Subraya, en referencia a la Revolución, el cambio de costumbres, el caudal de conocimientos generados por la Ilustración, la expansión de la riqueza... y el surgimiento de una autoridad que antes no existía y con la que los monarcas deben tratar necesariamente: la opinión pública. El tribunal de la opinión pública es aquel en que cualquier hombre está obligado a comparecer.
Cuando en 1789 se inicia la Revolución francesa, la opinión pública (los salones y su actividad) ya está presente con un fuerte poder político.



[1]           Los Reinos de Inglaterra y de Escocia se unen en 1707, pasándose a denominar Gran Bretaña hasta que en 1801 anexionan el Reino de Irlanda. El nombre, a partir de esta fecha, es Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (Reino Unido, abreviado). En 1922, llega la independencia de la República de Irlanda (gran parte de la isla). El nombre del Estado pasa a ser Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (Reino Unido, abreviado) en 1927. La denominación actual que se debe utilizar para referirse al Estado es Reino Unido, mientras que será Inglaterra o Escocia (antes del siglo XVIII) o Gran Bretaña (en el siglo XVIII) la elegida para otras épocas (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte son 4 países dentro de la Unión).

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