Opinión
Pública
Primer y segundo cuatrimestre
Continuación del video de la entrada anterior
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1. LA OPINIÓN
PÚBLICA: NOCIÓN, IMPLICACIONES Y POLISEMIA
1.1. Los
significados de la opinión pública
El interés por averiguar qué es la opinión
pública corresponde a políticos y dirigentes, entre otros. Con frecuencia, se
recurre a las encuestas como modo de sondearla. El resultado de la
investigación, sin embargo, resulta parcial.
La opinión pública alude a tres ámbitos:
-
Política. La opinión de los ciudadanos es importante para los que detentan el
poder. Ahora bien, ¿hasta qué punto se tiene en cuenta la opinión pública para
dirigir la vida política?
-
Comunicación. Hablar de opinión pública es también hablar de una forma de
comunicación. La comunicación supone el principal elemento a través del cual
los ciudadanos construyen su opinión sobre las “cuestiones públicas”. Los
medios muestran una realidad, pero también se produce comunicación desde los
ciudadanos a los políticos.
-
Proceso social. La opinión pública es también un proceso social, de la que es
resultado. La opinión pública está interconectada con diversas fuerzas sociales
(familia, grupos de opinión, líderes,...), donde se adoptan unas u otras
actitudes.
La opinión pública es un área de conocimiento
interdisciplinar (psicología, sociología,...) cuyo objetivo es definir cómo se
forman las actitudes de los ciudadanos sobre lo público. La preocupación por
medir y comunicar esas actitudes existe desde siempre. ¿Por qué las ciencias
sociales quieren conocer la opinión pública?
1. Porque la política en los sistemas democráticos debería basarse
en la opinión de la gente sobre cómo deseamos ser dirigidos. Distintas disciplinas
científicas coinciden en que:
a. Los ciudadanos deben tener un mínimo de confianza en los políticos y,
además, la opinión de los líderes políticos debe adaptarse a la opinión de los
ciudadanos para que la democracia no se resienta y que la democracia se reduzca
a votar cada ciertos años.
b. Las opiniones de los ciudadanos son de interés para los políticos.
2. Porque el respeto a la opinión pública impide que aflore la
demagogia y el populismo. Sirve de control efectivo para el sistema
democrático de modo que sea un gobierno compartido (participación ciudadana en
el gobierno de la comunidad). Se concibe como contrapoder a un liderazgo
excesivo.
3. La opinión pública proporciona atajos culturales, es decir,
pistas heurísticas. Entender qué rol juega la opinión pública en el proceso
político es crucial para entender la cultura. La opinión pública tiene que ver
con normas sociales, ya que opinión pública y sociedad son inseparables. La
opinión de familia, amigos,... forma también nuestra opinión, de modo que el
individuo selecciona de lo existente según sus intereses y valores sin
necesidad de inventar nuevas formas. Así, al votar, el individuo se inclinará
por una tendencia u otra siguiendo estas pistas heurísticas.
4. La opinión pública puede ser movilizada. Los políticos pueden
actuar movilizando a la opinión pública, comprendiéndola a fondo, pero otros
acontecimientos también la afectan. Por ejemplo, el 11-M, las manifestaciones
en general,...
5. La opinión pública dicta, al menos en parte, la política
exterior de un país. Aunque esta es competencia de líderes políticos porque
disponen de más información y experiencia, la opinión pública la determina. Por
ejemplo, la opinión pública contra la guerra de Vietnam en EE. UU., la retirada
de las tropas de Irak,...
La opinión pública es grupal, Analizamos grupo
como uno de sus rasgos fundamentales. El grupo puede ser:
1. Una multitud. La concepción de la sociedad de las multitudes se
centra en saber cómo los individuos pueden ser sugestionados cuando pertenecen
a una multitud. G. LEBONN expone que la sensación de anonimato de los
individuos dentro de una multitud, les hace experimentar insensibilidad social
y falta de respeto por las normas por contagio de ideas entre los individuos
que origina un cambio de comportamiento. Las multitudes sugestionan para que
los individuos apoyen comportamientos e ideas que en un estado normal no
apoyarían. La multitud es una unidad de experiencias emocionales. Por ejemplo,
los hooligans.
2. Una masa. Las masas, a diferencia de las multitudes, se caracterizan
por el aislamiento interpersonal de sus integrantes. Se trata de individuos
aislados y anónimos sin comunicación entre ellos y de composición heterogénea
(simple agregado de individuos). Las masas, sin embargo, reaccionan para el
respeto de sus necesidades. El concepto de masa se desarrolla con la sociedad
de masas del siglo XX. Las masas están inmersas en el mundo laboral y pierden
sus raíces (ciudad-pueblo). Por ejemplo, son masas los individuos interesados
por la marcha de un juicio o por un programa de televisión. Estos comparten
experiencias, pero no están interconectados. La desconexión puede tener
consecuencias: los consumidores pueden dejar de consumir ya que el vínculo no
es tan fuerte.
3. Un público. Si las multitudes tienen emociones compartidas, el
público se organiza en torno a temas. La empatía de la multitud desaparece, el
público piensa y razona, como grupo, en un tema. Cuando el público no es
crítico, deviene en multitud. A diferencia de la masa, el público es consciente
de que existe. Son características de los públicos:
a. Formados por una serie de individuos que comparten un mismo interés por
un tema (medio ambiente, por ejemplo).
b. Están divididos por puntos de vista diferentes, hay debate entre los
individuos.
c. Son capaces de expresar y recibir opiniones.
1.2. Definiendo
la opinión pública
Las definiciones de los autores que han
estudiado la opinión pública se pueden organizar en 5 grupos:
1. La opinión pública es un agregado de opiniones independientes.
Es quizá la más extendida. Las encuestas de opinión, reunidas, caracterizarían
la opinión pública y sólo los estudios cuantitativos servirían para medirla.
2. La opinión pública equivale a lo establecido, a la opinión
mayoritaria. Para NOELLE NEUMAN, la opinión pública se fija en lo que se
puede o no decir en público para no entrar en la espiral del silencio, en el
aislamiento social.
3. La opinión pública es el resultado de la acción de los grupos de
interés. Estos grupos cultivan, cristalizan y comunican puntos de vista y
opiniones de forma tan poderosa que generan la opinión pública. Está probado
que grupos formados para la defensa de ideas interesadas son más efectivos por
la influencia política que poseen (lobbies). El debate entre los grupos
origina la opinión pública.
4. La opinión pública es la opinión de las élites sociales, de los
periodistas, de los líderes de opinión (personas de liderazgo reconocido). En
las tertulias de televisión, apoyamos unos u otros argumentos aludiendo a la
entidad del tertuliano. La opinión publicada se convierte en opinión pública
cuando el líder de referencia es el periódico.
5. La opinión pública es ficción, no existe, es una construcción
retórica de políticos y periodistas para atacar principios contrarios a los
suyos. Es un concepto manufacturado, usado para pervertir. El resultado de una
encuesta es discutible: qué solidez tienen las respuestas de los encuestados si
son conminados a responder a cuestiones sobre las que no tenían formada una
opinión.
Ver anexo con cuadro de autores que han
definido la opinión pública.
Una forma de estructurar la opinión pública es
estudiar sus dimensiones:
1. Dirección. Se piensa que la gente suele estar
a favor o en contra de un tema, pero en realidad la opinión no es pura (se
puede estar a favor del aborto, pero sólo en ciertos supuestos). Es importante,
por tanto, calibrar la dirección concreta de la opinión pública.
2. Intensidad. La disposición a cierto tema, la
intensidad respecto a él. Por ejemplo, la memoria histórica es un tema de
intensidad fuerte en España.
3. Estabilidad. La estabilidad de las opiniones
puede afectar a la agenda política. Los líderes políticos tendrán más estímulos
para prestar atención a los temas más estables. Por ejemplo, las preocupaciones
principales de los españoles que publica el CIS.
La definición de opinión pública más correcta
depende de los que investiguemos. Si tendemos a plantear encuestas, por
ejemplo, eso delimita nuestro sesgo. El momento histórico y su devenir también
influyen en la definición. Por último, la tecnología puede también determinar
el significado que otorgamos a la opinión pública.
En resumen, la definición de opinión pública
debe tener necesariamente tres aspectos:
1. Pertenece a sujetos políticos (ciudadanía).
2. Se refiere a temas de debate (debate).
3. Trata cuestiones públicas (publicidad).
1.3. La formación
de la opinión pública
Las opiniones son un fenómeno social
que procede de la práctica, no cae del cielo. En su formación intervienen
factores políticos y ambientales (el entorno).
En las sociedades primarias la opinión
surge de la asociación directa entre individuos, ciudadanos de una aldea
o comunidad, con el objetivo de llegar a acuerdos sobre cuestiones políticas.
Los ciudadanos se reúnen para discutir cuestiones locales y, sobre la base de
esta discusión, se busca alcanzar algún consenso que conlleve una acción.
La formación de la opinión pública resulta del
auge de la Revolución Industrial (1880), que provoca transformaciones
políticas, económicas y sociales en muchos países de Europa occidental. Los
factores que influyen son la introducción de la maquinaria, la rapidez de las
comunicaciones, la nueva organización empresarial (por ejemplo, la de Ford), la
división del trabajo, el crecimiento de la población,... Estos factores sirven
para transformar las sociedades primarias en una nueva sociedad y cambian las
actitudes y valores de los individuos. Las relaciones interpersonales pasan a
ser más superficiales y mediatizadas.
En la sociedad de masas influyen estos
factores en la construcción de las opiniones:
-
El radio se amplía, como los
instrumentos de estimulación (teléfono, etc.).
-
El surgimiento de la vida urbana,
más flexible y móvil.
-
El flujo de la información se
acelera y esto modifica el tiempo de vigencia de los temas.
Surgen también nuevos problemas para los
individuos, como la cantidad ingente de información. En la sociedad de masas
los individuos dejan de recibir información ligada a los acontecimientos, la
recibe de los medios.
La formación de la opinión pública se ha
descrito como un proceso con cuatro fases:
1. Fase del problema (o tema). Aún no definido ni
cristalizado, el asunto se va conociendo por la comunidad como problema. Los
individuos van tomando postura.
2. Fase de la propuesta. Se formulan una o más
líneas de acción como respuesta al problema que se acaba de definir. Como en la
anterior fase, tiene cierta ambigüedad: rumores, posiciones efímeras, clamores
desorganizados,...
3. Fase política. El centro de la acción se
traslada al debate. Se discuten propuestas y alternativas. Es la fase más fácil
de localizar: los miembros más activos de los públicos pretenden convencer a
los menos activos (toma de decisión) y se alcanza a realizar una acción
(decisión).
4. Fase de valoración de la acción. Se apoya o se
aborta la acción.
1.4. Métodos de
estudio de la opinión pública
a. Investigación mediante encuestas
Como método de investigación de la opinión
pública, ha revolucionado las ciencias sociales. Ya se utilizaba en la
antigüedad (censos de población), pero se desconocía como medio para recabar
la opinión pública. En una votación, sin embargo, los resultados son
agregados y no se puede partir de ellos para formular la opinión de los
votantes. Por tanto, se precisan encuestas post electorales, sobre todo, para
averiguar las motivaciones personales de cada individuo.
El auge de la encuesta, sumatorio de
actitudes y comportamientos, procede de los medios y políticas de EEUU en
los años 20 del siglo pasado. La tecnología, como hemos visto, es importante
para el desarrollo de la encuesta. La Universidad de Chicago (Illinois, EEUU)
sigue realizando encuestas. En España, el instituto más representativo es el
CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas).
Las encuestas presentan problemas evidentes.
Los individuos no eligen ser encuestados, por lo que muchos eligen no
participar. Los que sí están dispuestos pueden ser sólo los más interesados,
con lo que el resultado estaría sesgado. Existe la posibilidad de que el
encuestado nunca haya pensado antes sobre lo que se pregunta, con lo que la
respuesta, si existe, será parcial o inventada. También influye el orden de las
preguntas, como el tipo de preguntas. El dinero es otro factor de deformación
de la encuesta: si no se dispone de fondos para llevarla a cabo puede resultar
poco representativa. Y lo más importante es la interpretación que damos a las
encuestas: las encuestas no predicen.
b. Grupos de discusión
Frente a la encuesta, que es una técnica
cuantitativa, los grupos de discusión son una técnica cualitativa. De ellos se
obtiene información amplia de un número reducido de casos. Se trata de
provocar una discusión abierta entre los miembros del grupo, por lo que es
necesario seleccionarlos adecuadamente partiendo de una hipótesis inicial. La
dinámica de las discusiones puede ser libre o estructurada (o ambas). La
discusión debe ser informal y ser grabada para el equipo investigador. Las
opiniones son constantemente construidas y reconstruidas. El punto fuerte es
captar las dinámicas de formación y cambio de opiniones. Las opiniones
tienen un origen personal, interpersonal o mediático.
c. Los experimentos
Se pueden utilizar para indagar en la forma en
que los individuos se forman una opinión. Depende de la imaginación del
promotor, por ejemplo, hay quien se centra en un listado cerrado de temas a
discutir, en el visionado de imágenes, en el estudio de cómo la
televisión encuadra los temas bajo ópticas temáticas (la drogadicción en
general) o episódicas (el yonki, de manera que, centrándose en un individuo, se
exonera de responsabilidad a los poderes públicos)...
Otro experimento que se ha utilizado es la manera
de presentar la información que tienen las encuestas, ya que la elección
determina los resultados.
Los análisis de contenido de prensa (o
de otros medios y recursos) es un experimento habitual que consiste en el
seguimiento de noticias en medios de un tema concreto y en un intervalo
concreto. Los análisis dotan a los investigadores de cierto grado de videncia
sobre la opinión pública, pero el inconveniente es que la opinión publicada no
equivale a la opinión pública.
Mezclar varias técnicas resulta lo más
adecuado, especialmente si se trata de experimentos.
2. LOS ANTECEDENTES DE LA OPINIÓN PÚBLICA
En sentido amplio, siempre ha habido opinión
pública ya que en los orígenes de nuestra especie siempre han existido
comunidades cuyos miembros han establecido relaciones entre sí. La mayor parte
de las sociedades ha contado con una autoridad y la comunicación entre
gobernantes y gobernados ha existido siempre, como en el sentido inverso. En
conclusión, en toda organización humana ha estado presente la opinión
pública.
La Ilustración, estrictamente, es el momento
histórico en el que surge el concepto moderno de la opinión pública,
hostigada por el liberalismo. La teoría sistemática, no obstante, es posterior.
Ya desde finales del siglo XVII y principios del XIX se observan las primeras reflexiones
sobre la opinión pública. Entonces empieza a despuntar la importancia de la
opinión de los ciudadanos sobre la base de un poder limitado, dividido y en
régimen de derechos y libertades.
2.1. Edad Antigua
Los filósofos griegos suelen ser considerados como
precursores de la concepción de la opinión pública. La doxa
(opinión) se contrapone a la episteme (conocimiento). La doxa
se entiende como un conocimiento inseguro, proclive al error y apoyado en la
apariencia (visión platónica). Ya aparece el vínculo entre opiniones del pueblo
y del poder. Se inicia una visión peyorativa de la opinión pública (poco
autorizada, vulgar) que aún perdura.
PROTÁGORAS (485-414 a. C.) enunció su “dogma
poleon” (creencia de las ciudades o el parecer público), asimilable a la teoría
de la opinión pública. Punta del sofismo, ocupada de las técnicas de la
persuasión, entendía el ideal pedagógico como la capacitación política apoyada
en la palabra (son creadores de la Retórica) frente a su enemigo Platón (autor
de La república).
PLATÓN (427-347 a. C.) distingue la vía de la doxa
y la de la ciencia, la episteme como formas de acceder a la perfección.
La doxa es un saber parcial, inseguro, basada en imprecisiones y
ambigüedades. La doxa es el saber del pueblo, mientras que reserva a la
élite (los filósofos) el episteme. El mito de la caverna, del libro 7 de
La república, es una alegoría de esta dicotomía. La desconfianza de
Platón por el público será heredada a lo largo de esta Edad, ya que este no es
consciente de sus intereses ni de la ciudad-Estado.
La democracia, entendida como régimen de la
tiranía de la doxa, provoca en Platón una situación caótica que hace que
los ciudadanos no distingan entre el bien y el mal. La democracia niega los
rectos valores sociales, no es capaz de reforzar las normas y exige demasiado a
los ciudadanos. El régimen autocrático de los filósofos sería el más adecuado.
ARISTÓTELES (384-322 a. C.) no coincide con
PLATÓN. La doxa es un saber en potencia. Los hombres, seres sociales,
poseen un saber infalible, junto a su experiencia y sentido común, para
interpretar la realidad.
La doxa puede ser previa al
conocimiento de los ciudadanos. A partir del sentido común pueden llegar a la
verdad. ARISTÓTELES cree en la sabiduría del ciudadano corriente y cree que la
opinión pública puede convertirse en vehículo espiritual y comunitario de la
ciudad-Estado. La fuerza de la opinión es equivalente a las normas,
características y valores de la civilización en que surge.
Puesto que el concepto de opinión pública va
unido al desarrollo de la democracia y las libertades públicas, podemos
presuponer la existencia de una opinión pública desarrollada en lugares
públicos como el ágora.
También en Roma es posible hallar vestigios de
una rudimentaria opinión. Se detectaba una difusión de noticias amplia,
esencial para la formación de un Gobierno fuerte. El Derecho romano distingue ius
publicum e ius privati. Esta distinción nos lleva a la de res
publica. El ámbito público se caracteriza por su publicidad, en cuyo seno
se emiten opiniones. El Derecho consuetudinario, nacido de la costumbre, se
basa también en lo público.
CICERÓN nos habla de la fuerza del público.
Habla del rumor, de la fama, en el sentido de lo público. La opinión se utiliza
como apariencia, notoriedad y buena o mala imagen que los demás tienen de uno
mismo. CICERÓN manifiesta un alto grado de escepticismo hacia los deseos y
pasiones en los que puede caer. Para él, la muchedumbre puede juzgar muy pocas
cosas de acuerdo con la verdad y lo ideal es el liderazgo de los mejor
instruidos.
2.2. Edad Media
La distinción esfera pública – esfera privada
desaparece. La Baja Edad Media (siglos XI-XV) mantiene principios de la Roma
clásica y del cristianismo primigenio: se acepta la validez del Derecho natural
y su autoridad obligatoria entre gobernantes y súbditos, la obligación de los
reyes a gobernar con justicia y la sacralidad de la autoridad humana y
eclesiástica.
En torno a 476 a. C., momento de la caída del
Imperio romano, la influencia germánica trae nuevas ideas sobre el derecho. El
germánico intuye derecho como algo inscrito en la costumbre, anclado en lo
público. Nuestro concepto actual de opinión pública es incompatible con la
sociedad feudal.
En la Edad Media, los súbditos tenían pocas
formas de opinar y mucho menos de elegir gobernante. El ágora desaparece, como
el diálogo político y la participación en los asuntos de la ciudad. Sin
embargo, hay algunas referencias que se asocian a la idea de opinión pública:
-
JUAN DE SALISBURY introduce la
idea del tiranicidio (1559). Ante posibles abusos del monarca, es lícito
deponerle. Comienza a alborear la idea de que los derechos políticos hunden su
raíz en el pueblo.
-
Prácticas sociales relacionadas
con la publicidad y la propaganda: los juglares. Su actividad genera
algún flujo de opiniones. También los debates públicos organizados por
las órdenes monásticas.
-
SANTO TOMÁS DE AQUINO reconoce
ciertos derechos al pueblo. Si el poder deriva del pueblo, éste puede imponer
parte de sus pareceres. SANTO TOMÁS introduce la condición aristotélica de
ciudadano frente a súbdito.
-
JUAN DE PARÍS, GUILLERMO DE
OCKAM,... (ver anexos) harán intentos importantes para la secularización del
poder político.
2.3. El
Renacimiento
Los siglos XV y XVI traen aires de renovación
y de cultura. El orden medieval se rompe al abrirse nuevas vías de pensamiento
y de acción. Principalmente, el hombre se constituye en centro del universo,
siendo la razón la mejor aliada para comprender y resolver los problemas. El
Renacimiento no niega el valor de lo trascendente, pero traza la frontera entre
poder religioso y político, entre fe y razón.
Ver práctica del tema 2 en la web del
profesor.
Este cambio de sociedad es consecuencia de
transformaciones políticas, económicas y tecnológicas que caracterizan el
Renacimiento. En esta época se reivindica la racionalidad individual frente al
dogmatismo y teocentrismo anterior, que amenaza la unidad de la Iglesia: la
Reforma protestante (ver anexos). La Reforma plantea una relación íntima y sin
intermediarios con Dios, la búsqueda con uno mismo y en conciencia de la
salvación. La Inquisición será la institución que describe la reacción y el
antiguo orden. La represión, no obstante, no logra detener el avance hacia el
pluralismo y, por tanto, de la opinión pública (aunque aún no ha surgido).
Por tanto, los cambios psicológicos
(pluralismo, tolerancia y libre examen de conciencia) se convierten en
instrumentos de difusión de la opinión pública junto a la imprenta, artilugio
que permite extender estas ideas. La lectura, más extendida, permite que se formen
opiniones individuales.
La burguesía es la nueva clase emergente y, de
hecho, es la consumidora de libros y de nuevas ideas. Los excedentes obtenidos
por la actividad mercantil favorecen el surgimiento de este tiempo para
reflexionar. Será con esa burguesía alfabetizada (que, además, se sitúa como
sujeto revolucionario en esta época y pretende alcanzar el poder político) y en
los países con más nivel de alfabetización que surge la opinión pública.
Ante libros y periódicos, el poder establecido
responde con censura y persecuciones por el temor a que se configure una
instancia independiente intermedia entre lo público y lo privado, la opinión
pública.
Los humanistas, teóricos del momento,
buscan nuevas formas de desarrollo personal y del espíritu crítico y profesan
gran respeto por las opiniones individuales.
ERASMO DE ROTTERDAM (1446-1536) es el primero
en estudiar, de forma racional, el comportamiento irracional (anticipándose a
LEBON).
GALILEO GALILEI (1564-1642) representa el
rigor científico contra el dogmatismo, el examen libre de la realidad, el
empirismo.
DESCARTES propone la razón como mejor camino
para llegar a la verdad (abre la vía racionalista del Derecho natural).
NICOLÁS DE MAQUIAVELO (1469-1527) es, quizá,
el más importante en cuanto a opinión pública y es considerado fundador de la
ciencia política por sus conceptos de Estado, reputación (del príncipe) y
comunicación política entre gobernantes y gobernados. Sus ideas de la opinión y
la imagen del gobernante hacen que lo consideremos el primer autor que
sistematiza la codificación de opiniones y técnicas de propaganda. Expresa
abiertamente lo que los hombres acostumbran a hacer, la ontología (el ser, la
realidad) frente a la deontología (lo que debería ser, la ética y la moral),
por tanto, se separa definitivamente de la política.
En su obra El Príncipe (1532) el poder
político aparece secularizado y, aunque no plantea una teoría sistemática del
Estado, ocupa un lugar central en su pensamiento. Reconoce abiertamente el
poder de la opinión pública y plantea una teoría de lo que el príncipe debe
hacer para ganarse el apoyo público y perpetuarse. La opinión para MAQUIAVELO
es maleable, sensible y fácil de engañar, aunque hay que temer a su poder.
Frente al posible apoyo de los notables del
reino, el príncipe necesita siempre de la estima de la gente, del pueblo. No
puede tenerlo en contra. La imagen es el principal recurso con que cuenta para
que así sea y las técnicas para mantener la imagen son importantes ya que la
imagen se puede construir y modificar.
MAQUIAVELO no se plantea la verdad de la
opinión sino que la opinión se une a la buena imagen. No importa que sea justo
o injusto, sino que lo parezca. En Discursos sobre la primera década de Tito
Livio vuelve a la idea del dirigente sabio que no ignorará a la opinión
pública, que equivale, de nuevo, a la imagen que de él tienen.
Con MAQUIAVELO queda perfilado el valor
político de la opinión pública, trasladable a cualquier régimen. Rompe no solo
con la tradición medieval (debe ser tenida en cuenta la opinión pública) sino
la clásica: si para ARISTÓTELES la opinión era rigurosa y nacía del sentido
común, para MAQUIAVELO la opinión es verdadera, a secas.
En los primeros años de la Edad Moderna no
existe una teoría sistemática de la opinión pública pero se apuntan líneas en
torno al concepto, conviviendo lo platónico (la opinión es vulgar y poco
fiable) con otras tendencias. Esta visión peyorativa platónica se confirma con
el Barroco (ver anexos), que muestra una antropología pesimista y
acentúa la desconfianza en la opinión del pueblo. Hay autores que afirman que
esta desconfianza varía según el país: en los decadentes parece triunfar, no
así en Inglaterra (triunfo de la Revolución “la Gloriosa” en 1688 y
establecimiento del parlamentarismo frente al absolutismo del siglo XVII). Ver
anexos.
3. EL SURGIMIENTO DE LA OPINIÓN PÚBLICA EN LA
ILUSTRACIÓN
En el Renacimiento se empiezan a descubrir
ámbitos de libertad en el Antiguo Régimen. Estos espacios se irán abriendo y
será en la Ilustración cuando se pueda hablar de la opinión pública en el
sentido moderno. El papel de las ciudades a partir de la Baja Edad Media es
esencial, como el de la burguesía. Las ciudades rompen con las estrecheces del
mundo feudal y, a veces, hasta los reyes apoyan a los burgueses en este
movimiento de ruptura de la dispersión del poder propia del feudalismo (con la
Paz de Westfalia, en 1648, se reconocen más de trescientos Estados en el Sacro
Imperio Romano Germánico que tendrán la libertad de elegir su religión y
gozarán de más autonomía. Nacen las monarquías absolutas a partir del
exaltamiento de la razón de Estado, que se sitúa como máxima autoridad
frente al Papado y otras instituciones).
Los burgos permanecen alejados del ámbito
feudal y protegidos por los reyes frente a la nobleza. El espacio de libertad
urbana y burguesa se sintetiza en la plaza como lugar de encuentro y discusión.
En las ciudades es donde surge la opinión pública, concretamente en cafés y
jardines de las más grandes, ya que allí es donde la burguesía (eliminado el
feudalismo) se plantea influir políticamente hasta disputarse el poder del rey.
La opinión pública, entendida como una
comunicación entre sus ciudadanos y su Gobierno, vendría a significar la
expresión de opiniones sobre asuntos públicos. Se reclama que las opiniones
influyan en la toma de decisiones (más tarde, la intención de voto).
Hasta que no existe diálogo entre gobernantes
y gobernados no puede hablarse de opinión pública. Solo la destrucción de las
estructuras absolutistas por los liberales hará posible el surgimiento de la
opinión pública. Inglaterra (parlamentarismo, 1688) y Holanda (república en
1650) serán países pioneros.
3.1. Las primeras
instituciones de la opinión pública
La prensa es pionera en la creación de
la opinión pública. Surge en el siglo
XVIII y su existencia se ha considerado como antecedente. Sin su existencia no
se puede entender la opinión pública.
Además, otras instituciones sirvieron para su
desarrollo:
-
Los cafés (que derivan en
tabernas, clubes y clubes políticos).
-
Los salones.
-
Los jardines.
-
Y otros:
o Las sociedades.
o Los gabinetes de lectura.
o Las bibliotecas circulantes.
o Las librerías de segunda mano.
También hechos como la mejora de las
comunicaciones y los servicios postales (las newsletters eran
cartas informativas escritas a mano que se obtenían por suscripción y alejadas
de la censura) potencian la difusión del pensamiento ilustrado y funcionan como
generadores de opinión pública.
Los cafés eran propios de Londres (coffee
houses). El primero se abrió en 1652 (después de la Paz de Westfalia,
1648), convirtiéndose en lugares de recepción y difusión de noticias
preferentes (gran parte de los ciudadanos de la época deben su cultura a los
cafés). Hasta el siglo XVIII, con 2.000 establecimientos, su espacio queda
consolidado. Pronto se convierten en lugares de agitación política. En Francia,
pese al monopolio del café por parte de Inglaterra, se funda el primer café en
1686.
Con el predominio de la importación del té,
los cafés son sustituidos por las coaching inns (“posadas de dirigentes”,
antecedentes de los pubs). A mediados del XVIII surgen los clubes,
sólo para público masculino y para sectores ricos de la burguesía, que estaban
ideados para la conversación (smoking rooms). En España, lo más parecido
son las tertulias: grupos de gente reunida para hablar.
En Francia, muchos cafés se convierten en clubes
políticos y, de ahí, en partidos políticos. Estas instituciones funcionan
como difusoras de los primeros periódicos, configurándose un espacio de
discusión al ser leídos por los asistentes. En los cafés también es donde
surgen líderes de opinión, el director de los debates, que influiría en
la opinión de los demás.
Sin embargo, más que el café, en Francia son
más relevantes los salones, que aceptaban a mujeres. Son lugares de
reunión de burgueses letrados y hay autores que afirman que había más discusión
que en palacio. El centro de todo salón era la dueña de la casa. Las mujeres de
los salones actuaban como animadoras socioculturales: invitaban a nuevos
dramaturgos, a artistas, etc. Había salones especializados en temas (religión,
política,...) de los que también surgirán partidos políticos. Luis XIV
(1643-1715), el Rey Sol del que se dice que afirmó “yo soy el Estado”, oscurece
los salones, pero resurgirán como frente político (ver anexos).
Los salones evolucionan en los jardines,
auténticos salones al aire libre en época de Luis XV (1715-1774), de modo que
pasear por la calle se convierte en una actividad social. A falta de
periódicos, podríamos hablar de “periodismo hablado”. Las cuestiones públicas
se extendían por el país a través de la correspondencia a provincias. Ya
con Luis XVI (1774-1792) se decía que dependía más de la opinión pública que de
la corte, pese al absolutismo de su reinado. La opinión de gentes sin derechos,
armas ni voto, sin embargo, acabaría ordenando su paso por la guillotina.
La creciente influencia de la opinión pública,
sobre todo en época de Luis XVI, se asocia a la insostenible deuda nacional. El
Estado francés estaba en bancarrota, con lo que necesitaba crear un clima de
confianza para que el burgués invirtiera en él. Los burgueses se esfuerzan por
instaurar un control presupuestario que garantice la rentabilidad de la deuda
pública comprada. Jacques NECKER (1732-1804), ministro de Economía de Luis XVI,
se propone reformar el Estado para hacerlo más atractivo. Intenta poner en
orden las cuentas y llegará a tener un papel importante en la Historia de la
opinión pública porque introduce la publicidad de la gestión política: a
partir de NECKER se hace público el presupuesto de la Corona. NECKER es el
primer político en usar el término “opinión pública”.
A finales del XVIII existe en Europa y EEUU
una red de instituciones de difusión de
ideas en cuyo seno se debate y se critica sobre política y literatura. Se comentan
las informaciones de los periódicos y, lo más importante, se critica la acción
de los Gobiernos. Surge por primera vez el fenómeno de la opinión pública dotada
ahora de influencia política. En estas instituciones se demostraba un claro
interés de lo público y se creía que la gestión pública no había que dejarla a
la cerrada discreción del Gobierno sino que debía ser interesante para el
público. El sujeto revolucionario, sin embargo, sigue siendo la burguesía de
las grandes ciudades. Y en EEUU, inmersos en su propia revolución, existen
centros de opinión en torno a salones y periódicos, siempre destinados a una
élite.
3.2. La prensa y
la opinión pública
La prensa se configura como catalizador de
todo el proceso de difusión de ideas de la Ilustración. Sin una prensa libre no
hubiera habida opinión pública. Por tanto, durante todo el XVIII se vive en
Inglaterra y Escocia[1]
una lucha de la prensa por mantener su papel al margen del poder político.
En 1695 el Parlamento inglés suprime la
necesidad de obtener una licencia previa para editar periódicos. Esto equivale
a la supresión de la censura previa. Atrás queda una larga lucha por la
libertad de expresión en el contexto del enfrentamiento entre Rey y Parlamento.
El Bill of Rights es el primer
texto en recoger la libertad de expresión y de debate en 1688.
La prensa, junto a un embrionario sistema de
partidos, hace posible la incipiente opinión pública, que se configura como
contrapoder. El sujeto de la opinión
pública va surgiendo con este movimiento. Algunos aspectos relativos a la
prensa en su primera época son:
-
A algunos partidos les empieza a
resultar ventajosa la publicidad que otorga la prensa.
-
La opinión pública está ligada al
surgimiento de un periodismo independiente que se afirma frente al Gobierno y hace
de esta afirmación un asunto periodístico.
-
Comienzan a aparecer los primeros
anuncios, lo que serviría para obtener independencia política a través de la
independencia económica.
-
Otro aspecto importante es la
publicidad de los debates parlamentarios. El acceso era antes restringido a sus
miembros. En 1803 el Parlamento reserva un espacio para los periodistas. Antes,
su acceso era no oficial.
Reino Unido se presenta como país pionero. Le
siguen Holanda y Francia, el primero con una prensa selecta (de carácter
científico) y el segundo con un periodismo oficialista. Otros países de Europa
están en otra situación: la monarquía zarista controla la prensa con mano de
hierro, al igual que Prusia. En España estamos en una situación de censura y de
Inquisición. Había un escaso número de suscriptores y de lectores (se calcula
que un 1% de la población estaba en contacto con la Ilustración, frente a un 4%
de Francia). En España surge, pese a todo, una incipiente opinión pública con
dos rasgos. Limitación de temas (se excluía la política en la práctica) y la
limitación de círculos públicos. Como en Francia, la opinión pública es un
asunto de minorías.
3.3. La aparición
del término
Con la llegada del Renacimiento (siglos XV y
XVI) y el Barroco (siglos XVII y XVIII) la idea platónica de la opinión pública
como algo inseguro, superficial, principio de la ignorancia vulgar va
cambiando. Los gobernantes ya son conscientes de que deben cuidar su
reputación: la prudencia política aconseja tener presente lo que piensan los
gobernados (MAQUIAVELO). La evolución como doxa platónica a la opinión
pública se produce a través de un proceso histórico en que la opinión del vulgo
pasa a considerarse la opinión del gobernante cuestionado por la masa. Este
salto cualitativo es muy importante ya que se incluye una connotación nueva, la
capacidad de raciocinio del público (que pasa a ser ciudadano).
El concepto de opinión pública, y tal es su característica
principal, es que se ve sometido a un doble proceso.
1. En cuanto conocimiento vulgar, se va degradando
2. Como opinión individual se va sobrevalorando a medida que se construye
el sujeto individual, especialmente frente a criterios dogmáticos de la Iglesia
y de las clases privilegiadas.
La opinión pública cuaja definitivamente en el
contexto de los gobernantes representativos que paulatinamente se van
instalando. El primer país en donde surge es en Inglaterra (1688). Todo
responde al fenómeno de la opinión pública en su plena dimensión política.
LOCKE (1632-1704) en su Ensayo sobre el
entendimiento humano (1690) coloca junto a la ley divina y la ley civil la
ley de la opinión y de la reputación (“ley de la pasión”, pasiones del pueblo).
A esta ley LOCKE atiende con importancia por el temor al escarnio público.
ROUSSEAU (1712-1778) es el primer filósofo que
utiliza por primera vez el término “opinión pública” en su acepción platónica.
Jacques NECKER (1732-1804) es el primer
político en usar el término. Subraya, en referencia a la Revolución, el cambio
de costumbres, el caudal de conocimientos generados por la Ilustración, la
expansión de la riqueza... y el surgimiento de una autoridad que antes no
existía y con la que los monarcas deben tratar necesariamente: la opinión
pública. El tribunal de la opinión pública es aquel en que cualquier hombre
está obligado a comparecer.
Cuando en 1789 se inicia la Revolución
francesa, la opinión pública (los salones y su actividad) ya está presente con
un fuerte poder político.
[1] Los Reinos de Inglaterra y de
Escocia se unen en 1707, pasándose a denominar Gran Bretaña hasta que en 1801
anexionan el Reino de Irlanda. El nombre, a partir de esta fecha, es Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda (Reino Unido, abreviado). En 1922, llega la
independencia de la República de Irlanda (gran parte de la isla). El nombre del
Estado pasa a ser Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (Reino Unido,
abreviado) en 1927. La denominación actual que se debe utilizar para referirse
al Estado es Reino Unido, mientras que será Inglaterra o Escocia (antes
del siglo XVIII) o Gran Bretaña (en el siglo XVIII) la elegida para otras
épocas (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte son 4 países dentro de
la Unión).
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